La actriz Natalia de Molina emprende un viaje hasta el fin del mundo en busca de su pasado, con el objetivo de recuperar su propia identidad, en 522. Un gato, un chino y mi padre, segundo largometraje dirigido por Paco R. Baños y que presentó ayer en la sección oficial a concurso del Festival de Cine en Español de Málaga. De Molina interpreta a George, una chica agorafóbica limitada a vivir en un perímetro de 522 pasos, que se ve envuelta en ese viaje, acompañada del encargado de la tienda china de su barrio, tras la muerte de su amado gato. Para la actriz, esa agorafobia es en realidad «la somatización de algo que le pasa interiormente».