Es vital, menuda y risueña, atenta a los detalles y curiosa como una niña. A sus 95 años, la poeta Ida Vitale (Montevideo, 1923) -que inauguró en Córdoba el festival Cosmopoética en el año 2007-tiene ideas muy claras y no pierde el tiempo con las cosas que no le gustan, como la mala poesía, que le pone de mal humor. Tras ganar el Premio Cervantes 2018, los reconocimientos y homenajes -el último, una exposición inaugurada el pasado jueves en el Centro Cultural de España de Montevideo, que recorre su vida y su obra- se han multiplicado, pero reserva energías para reflexionar sobre el paso del tiempo, su novela aún por terminar y los desastres provocados por el hombre en el planeta. (Entrevista realizada por Concepción M. Moreno/ EFE)

-Después de casi un siglo de vida, ¿cómo ve el mundo actual?

-Tú quieres bajar a tierra (ríe), bajar a la depresión. Siempre pienso que, dada la línea que llevamos, pasarán cosas peores. Por lo pronto, hay una cosa que es más grave que otras, que es el desastre natural, el desastre ecológico, las cosas que van a ocurrir en la naturaleza. Ya se habla de especies que desaparecen y la contaminación aumenta... Se supone que los mares también van a aumentar, que toda la costa de América va a ser afectada. Todas esas cosas son un poco espantosas. Pero no veo que haya una inquietud.

-¿Y qué papel juega la poesía en un mundo tan negro?

-No sé. No soy muy partidaria de la poesía con mandato. Creo que es un problema egoísta, en el fondo. Los que escribimos poesía porque no sabemos hacer otra cosa nos sentimos llamados a entretenernos en eso, pero se supone que esto pide algo más que poesía: intervención de los países, concienciación de la gente... Es un problema que no se nota quizá, salvo para los que tenemos mucha edad y memoria, para ver que el tiempo cambia, las estaciones cambian, que la vida no es la misma exactamente...

-¿Cree que los jóvenes pueden hacer algo al respecto?

-No creo que ese tema les preocupe mucho, quizá estoy cometiendo una injusticia y de repente hay gente preocupada. Pero creo que es una cosa que viene más con los años y la observación.

-¿Qué habría que cambiar en la educación de los chicos para hacer un mundo mejor?

-Qué sé yo, de pronto, que de este tema sean conscientes. Tampoco sé si es lo mejor tener a los niños horripilados con la imagen de un mundo que se va a destruir. Qué sé yo. No soy buena para dar consejos de esa magnitud.

-Hay gente joven que escribe poesía y la distribuye por redes sociales. ¿Qué opina de esa tendencia y de las nuevas tecnologías?

-Yo no tengo redes ni sociales ni asociales (ríe). Creo que también eso de alguna manera debe contribuir al desastre. Cuanta más tecnología anda en juego... No sé si lo más necesario es que la gente esté todo el tiempo comunicándose; pienso que no, que de repente sería mejor que pasara ese tiempo leyendo un libro.

- ¿Al ser humano le falta reflexión sobre uno mismo?

-Es muy difícil, desde un país pequeño como este, generalizar lo que es el ser humano. Me imagino que hay países, donde eso sea por la educación, sea porque los problemas pueden ser más graves, que eso aflore más que acá.

-¿Qué sería del mundo sin el humor y la ironía?

-Humor e ironía son menos importantes que los temas de la destrucción. Cuando llegue el problema, la ironía va a desaparecer. Todavía puede haber ironía cuando los problemas no son tan graves.

-¿Dónde encuentra hoy su inspiración?

-Estoy preocupada de ordenar todo, por más que mi hija me dice: «bueno, lo harás más adelante», pero también si uno está acostumbrado a tener cierto orden alrededor cuesta desentenderse de eso. No sé, el origen, la inspiración, llamémosle así, puede venir de muchos lados, de algo que uno lee, que uno ve, que recuerda, no sé. No me he estudiado los orígenes.

-Sus poemas reflejan, obviamente, la madurez y el peso del paso del tiempo...

-En realidad es de las cosas que me obsesionaron toda la vida. O es inconsciente o uno se da cuenta que, día a día, todo se empieza a borrar o empieza a deteriorarse. Pero, en fin, son cosas que no vale la pena angustiarse mucho, son insalvables.

-¿Prefiere que se haga mucha poesía, aunque sea de poca calidad, o poca poesía de mucha calidad?

-Nada me pone de peor humor que la abundancia de lo malo. No, no, cómo se te ocurre...

-Hay gente que prefiere que haya mucha poesía aunque sea de peor calidad...

-No. Si es de mala calidad ya no la tengo en cuenta ni creo que haya que tenerla en cuenta. Uno empieza por tirar o dejar de lado lo que no le parece que está en un nivel de uno. Lo mismo para lo otro. Eso de que todo todo todo sirve para algo no lo creo, no lo creo (ríe).

-¿Hay algún autor favorito que tengas en la actualidad?

-Muchos, muchos. A veces se suplantan, siempre hay periodos. Yo empecé por lo bueno, por Machado, por Juan Ramón, la mejor literatura española.

-¿Come algo especial para tener esa vitalidad?

-Chocolate (sonríe).