ORQUESTA DE CÓRDOBA

Arpa: Cristina Montes

Director: Carlos Domínguez-Nieto

Obras: Turina, Ginesterra y Dvorak

Fin de fiesta, perdón, de temporada, en el Gran Teatro con un programa Del Nuevo Mundo en la escena y un público con razones y ganas de reconocer el trabajo realizado por la Orquesta de Córdoba y su director titular. Comenzó el concierto con la Serenata de cuerdas, op. 87 de Joaquín Turina, obra breve y paralela a La oración del torero en una versión que se apoyó en los contrastes para acentuar su carácter dramático sin abandonar su vocación camerística.

A continuación, entró Cristina Montes para interpretar la parte solista del Concierto para arpa, op. 25 de Alberto Ginastera, una pieza que forma parte de lo que un amigo melómano describió durante el descanso como «ese puñado de obras magníficas del siglo XX, supuestamente de segunda fila», que hemos escuchado en la temporada de abono. Arrancó el Allegro giusto, que osciló entre las delicadas intervenciones solistas y los musculosos y percusivos pasajes orquestales, contraste que Domínguez-Nieto potenció expresivamente antes de atacar el Molto moderato, delicado e inestable al mismo tiempo, en el que creó una atmósfera onírica cargada de incertidumbre y de un extraño y áspero lirismo en los pasajes solistas. En el solo de arpa con el que comienza el Liberamente capriccioso-Vivace Montes estuvo soberbia antes de dar paso a la orquesta, que también lo estuvo en su abrupto y agitado final.

La celebridad de la Sinfonía nº 9 en mi bemol mayor, op.95, Del Nuevo Mundo y la frecuencia con que es interpretada multiplican exponencialmente la dificultad de ofrecer una visión refrescante de ella. Sin embargo, la versión ofrecida en la noche del jueves consiguió que escuchase en ella cosas que no había oído en otras ejecuciones, que se revelase bajo una luz diferente sin perder fidelidad con respecto a la partitura: intenso el Adagio-Allegro molto, lírico y con un sonido orquestal espléndido el Largo, urgente y ágil el Molto vivace, cuando comenzó el Allegro con fuoco, electrizante (casi «electrocutante», si me permiten) en los primeros compases de la cuerda, la intensa expresión ya había construido una imponente novena que puso en pie a un Gran Teatro, que se deshizo en bravos durante un tiempo que me pareció muy largo y muy merecido.