La escritora sevillana Eva Díaz Pérez disertó en la tarde de ayer en Córdoba sobre la revolución de Murillo bajo el título El tiempo de Murillo. Fulgor y decadencia dentro del contexto de su novela El color de los Ángeles. La conferencia tuvo lugar en la tercera jornada del ciclo Andalucía en la novela histórica, organizado de forma conjunta por el Centro de Estudios Andaluces y la Fundación Cajasol.

En conversación con este periódico, la autora aludió a que la Sevilla del siglo XVII, que sería la capital económica del Imperio Español, protagonizó la decadencia de este y, paradójicamente, coincidiría con el esplendor del Siglo de Oro. Para ella, este paralelismo también puede observarse en la obra y el personaje de Bartolomé Esteban Murillo.

«Sí que es verdad que Murillo es muy conocido, pero poca gente sabe quién fue en realidad». Así defendió que la novela histórica persigue «introducirse en la piel del personaje y sus fragilidades». Además, «el autor de novela histórica tiene un pacto con el lector que le obliga a hacer un trabajo riguroso de investigación y documentación rigurosa».

En su novela El color de los Ángeles (2017) se narra la vida de Murillo y sus particularidades. «Él es el artista total del Barroco. Por un lado conocemos su versión más religiosa, siendo el gran narrador de la Contrarreforma y plantea una revolución en la forma de contar la religión. Sus cuadros se conectaron muy bien con el público de su época y siguen conectando porque es un una visión amable y dulce de la realidad religiosa. Retrataba escenas de la vida cotidiana como si fueran escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento». Puso de ejemplo el cuadro Sagrada Familia del pajarito (1650) Sagrada Familia del pajarito, una escena en la que aparecen la Virgen María, José y el niño Jesús, pero que «en realidad refleja una escena de una familia corriente del siglo XVII».

Otra cuestión que Díaz Pérez plantea es que Murillo también es un pintor que revoluciona otro aspecto de la Historia del Arte con los niños pícaros. «Esos niños humildes y esas escenas de los pobres de la calle que representaban muy bien la Sevilla en la que igual que había muchísimo oro, había muchísima miseria».

El aspecto más curioso -según la autora-- reside en que en la época no estaba nada bien visto que se representaran estas escenas. «Si nos adentramos en el marco teórico se puede comprobar que ni en la pintura religiosa, histórica y mitológica se muestra a gente anónima, de la calle y, mucho menos, pobre. No estaba bien visto».

Sin embargo, es esta pintura la que triunfaba en la Europa del Norte, Holanda, Flandes y que influyó en el autor por sus amigos comerciantes acaudalados afincados en Sevilla (como cabecera de Carrera de Indias) para controlar sus negocios. «Murillo se impregna de esa sensibilidad, resultando obras que marcarán la Historia del Arte», concluyó.