Hay qué saber dónde se mete uno cuando se empieza a leer 'Mandíbula' (Candaya), segunda novela tras 'Nefando', de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda, que se ha revelado como uno de los libros de la temporada, no apto eso sí para todos los públicos, porque la repulsión, la incomodidad y el horror operan a fondo en esta historia en la que una adolescente es secuestrada por su profesora, mientras las compañeras de la muchacha, inquietas, se dedican a autolesionarse.

Escribe cosas terribles de una forma realmente poética. ¿Es su forma de manejar el horror? Yo diría que es una especie de sensación sublime respecto al miedo. Busco la belleza en el horror y el horror en la belleza. Esa tensión es la que me hace tejer un lenguaje literario.

¿Y no le inquietan esas fantasías extremas? ¿No intenta alejarse de ellas? Todo lo contrario. Concibo la escritura como si me sumergiera debajo del agua aguantando la respiración e intentara ver lo que hay debajo. Aguantar la respiración es incómodo, especialmente si apenas te queda nada de oxígeno. Para mí hay un grado de incomodidad en el momento de escribir pero también estaba la necesidad de mirar bajo el agua.

¿Y no se pregunta de dónde proceden esas imágenes? De mi inconsciente, claro está. Pero creo que si no tuviera esas sensaciones extremas no escribiría.

Últimamente se habla bastante de escritoras crueles, que no cierran los ojos ante la violencia. ¿Se siente partícipe de esa tendencia? Porque usted en ese equipo ganaría por goleada. (Ríe) Lo que me interesa es el paso del amor a la violencia, de la bondad a la crueldad. De cómo una misma persona puede ser capaz de dar una caricia y poco después, un golpe. Es en esa zona donde se mueve mi novela. La violencia suele mostrarse y analizarse como algo ajeno y no, es parte de las relaciones humanas.

¿Y como feminista, y dado que la violencia parece un territorio eminentemente masculino, cómo maneja ese concepto? Soy una feminista capaz de mirar lo humano directamente y de forma honesta, con todos sus matices, no importa lo incómodos que puedan ser. De ahí que haya profundizado en el tema de lo femenino monstruoso.

¿Lo femenino monstruoso? Sí, esa es una narrativa habitualmente construida por los hombres, como una especie de miedo a la alteridad. Yo quería expresar eso mismo pero en una relación entre mujeres, en una historia en la que no hubiera protagonistas masculinos Quería ver hasta dónde llegaban las relaciones madre-hija, maestra-alumnas, hermanas y mejores amigas. Todos son vínculos pasionales que si se llevan al extremo pueden dar pie a la violencia y a la crueldad. Creo que en lo extremo quedan desnudas partes de lo humano que hemos intentado reprimir.

'Mandíbula' nace de una curiosa imagen que utilizó Lacan para hablar de la maternidad. Los cocodrilos tienen la mordedura más potente del mundo animal, son máquinas de triturar, y sin embargo, las madres guardan sus crías en el interior de su mandíbula. Yo quería mostrar ese contraste terrible entre la ternura y la muerte, porque ahí está la posibilidad de ser deglutido por tu madre. Una protección en exceso que puede convertirse en un acto caníbal.

Las madres, sin embargo, quedan un tanto desdibujadas en su novela. Sí, pero son personajes que marcan profundamente a las chicas y a la profesora y determinan las personalidades de cada uno de los personajes.

Está realizando una tesis sobre literatura pornográfica. ¿Tiene eso algo que ver con estas ficciones? Durante las dictaduras hubo mucha literatura pornográfica escrita por mujeres en el cono sur. Eran libros que circulaban de forma clandestin. Son muy interesantes porque trabajaban el deseo desde lo político, ya que en muchas de esas historias se habla de desaparecidos.

Al arte y a la literatura, digamos seria, le suele incomodar lo obsceno. Obsceno significa literalmente fuera de foco, algo que no se puede poner en un escenario porque molesta o espanta. Pero a mí lo que me interesa es mirar directamente lo que da miedo.

¿Se siente acompañada en ese viaje? Sí, hay muchas escritoras latinoamericanas que están hablando de cosas que duelen y no contemplan la ficción como simple entretenimiento. Ahí están Liliana Colanzi, Ariana Harwicz, Paulina Lores y Fernanda Melchor que escriben con una impresionante intensidad que me encanta.