Miles de personas acudieron ayer a la llamada de Fito, ese hombre pequeño, feíllo y canijo que ha sabido dar con la tecla del éxito y conseguir lo que muchos ansían, cumplir veinte años en la música y seguir llenando estadios y plazas de toros. El carisma de su voz y la calidad de los músicos que la visten (fantástica la guitarra de Carlos Raya y bestial Daniel Griffins a la batería) le bastaron a Fito para demostrar de nuevo que a veces no hace falta más que buena música, también en español, para enganchar a miembros de distintas generaciones. No había más que echar un vistazo al público reunido en el Coso de los Califas, mezcla de madres, padres, hij@s y abuel@s.

Honesto como pocos, en esta Fitografía, Fito Cabrales desparrama su fondo de armario, entre íntimo y rockanrollero, haciendo una declaración de intenciones que resume en el pequeño corto de animación con el que arranca el concierto: un viaje al cementerio de sus recuerdos en el que brinda por sus orígenes antes de quitarse la máscara para dejar al descubierto su desnuda calavera. Y todo, ¿para qué?. Lo deja claro en su primera canción: «Mientras me aguanten los huesos, yo quiero seguir cantando». Más de dos horas de concierto regaló al respetable, que lo vio tocar en compañía de dos invitados especiales, Muchachito (que además de calentar motores como telonero se marcó dos temas con él), y Diego y Jorge, los Feten Feten. En esta gira, cargada de grandes éxitos, no hay canción de relleno: La play list estaba clara. Empezó con Siempre estoy soñando, Un buen castigo y Por la boca vive el pez, para equivocarse otra vez, beber hasta perder el control y acabar Donde todo empieza tirando La casa por el Tejado. Literalmente. La cosa se fue alargando mientras la gente se bajaba al albero para escuchar los bises, que estremecieron a un público entregado que pidió oreja y rabo para el torero. Lástima que más de un@ se lo perdiera en la cola del servicio. La plaza debería hacérselo mirar para la próxima. Si hay cerveza y rock and roll, hacen falta más baños.