Michael Connelly sacó una pequeña cámara de fotos cuando subió al atril para recibir el premio Pepe Carvalho en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, hace ya ocho años. Decía que quería una prueba para enseñar a sus amigos, porque no se creerían en qué lugar le habían homenajeado. Debió de gustarle la ciudad porque, además de regresar para recoger otro premio, el RBA, ha vuelto cuatro veces más, la última esta semana como turista. Aunque tuvo el detalle de avisar a su editor para que pudiera organizar algunas entrevistas madrugadoras en su hotel, justo antes de salir a visitar la Sagrada Família y el Museu Picasso, y hablar así de su último libro publicado en España, ‘La habitación en llamas’ (Alianza de Novelas), la que suma 17 de las 21 que ha publicado ya en EEUU con el detective del cuerpo de policía de Los Ángeles Harry Bosch como protagonista (la número 18, ‘Del otro lado’, fue publicada en España antes de lo que tocaba).

¿Qué le parece la ciudad? Perdonen por aquello de las fotos... Aquella fue una tarde maravillosa que aún recuerdo, y después he regresado tres veces más. Es una ciudad demasiado grande para decir que la conozco con cuatro visitas, pero me gusta mucho el ambiente, pasear, la comida.

En ‘La habitación en llamas’ tiene un papel importante una policía hispana, Lucía Soto. En su último libro publicado en EEUU, ‘The late show’, una policía surfera, Renée Ballard. ¿A qué se debe ese protagonismo creciente de las policías en sus libros? No digo que no sea así. Pero creo que se debe básicamente al hecho de que conozco bastante bien a una agente de la policía de Los Ángeles, que me inspira con las historias que me cuenta, y que es una mujer. Creo que gracias a ella estoy dando más esta visión femenina. En ‘La habitación en llamas’ el papel de Lucía Soto se debe a que Harry Bosch está llegando al final de su carrera y me parecía interesante que hiciese de mentor de una policía más joven, que ha sido promocionada de forma precipitada porque se ha convertido en una heroína.

Soto, además, es latina (e investiga la muerte de un mariachi que colaboró en la campaña del primer alcalde latino tras quedar paralítico en un tiroteo). Mi trabajo es reflejar toda la sociedad de Los Ángeles en mis libros y eso incluye una comunidad latina que ya es mayoritaria. Llevaba muchos años escribiendo sobre un hombre blanco y pensé que era bueno introducir esa cultura tan importante en la ciudad. El incendio en el que murieron varios niños y que ha marcado a Soto está basado en un incendio real que se produjo hace 20 años, que afectó a la comunidad latina y que recordé de cuando era periodista, el incendio de Burlington. Quedó sin resolver y tenía ganas escribir sobre él. Curiosamente se ha cerrado el círculo, porque hace tres meses el caso fue solucionado en la vida real por la policía de quien le hablaba antes.

¿Y la solución del caso tiene alguna similitud con la que imaginó en el libro? Un poco. La culpable fue una banda a la que el propietario del edificio le había dicho que no quería que traficasen con drogas.

En este libro, Bosch trabaja en un departamento de crímenes sin resolver porque la criminalidad ha bajado y el departamento se lo puede permitir. ¿Ha bajado también en la vida real? Estaba bajando cuando escribí el libro, después ha remontado un poco, pero el número de asesinatos es la mitad que en los años 90 y principios de los 2000. Oscilan en función de la prosperidad y las crisis pero en esos años influyó mucho la epidemia del crack y las guerras de las bandas que traficaban con él.

La primera escena de la novela tiene un cadáver abierto en la mesa de la forense. ¿Se ha sentido obligado en los últimos años a incluir más elementos ‘CSI’? Lo forense no es muy importante para mí pero ha de estar presente. Intento buscar un equilibrio, o utilizarlo solo para situar o definir al personaje, como en esta novela.

¿Cómo está gestionando el envejecimiento de Bosch? Veo que en las siguientes novelas dejará el cuerpo y se convertirá en investigador privado. Para mí era un problema que por su edad lo tenía que jubilar, porque nació en 1950. Hace dos años creía que el personaje ya estaba acabado. Pero le he dado una segunda vida. Con la crisis económica hay pequeños departamentos de policía que han aceptado la colaboración como voluntarios de policías que no importa lo viejos que sean si resuelven casos. En el siguiente libro Bosch será policía voluntario del departamento de policía de San Fernando, una localidad con mucha delincuencia que acoge con los brazos abiertos a un policía con tanta experiencia.

En cierto sentido, Bosch siempre ha sido un policía voluntario. Sí, siempre ha sido un hombre con una misión, no trabaja de policía por el dinero. Quiero que siga trabajando hasta su último día. Ahora tiene 67 años y sigue trabajando en casos de homicidios.

La serie de TV ‘Bosch’ tendrá una cuarta temporada. ¿Qué le está pareciendo la experiencia? Me gusta mucho el trabajo que han hecho. Aunque claro, estoy muy implicado, estoy trabajando todos los días con el equipo de guionistas.

¿Se imaginaba así la cara de Harry Bosch? No, porque el actor, Titus Welliver, es más joven. Pero es un muy bueno, sabe reflejar muy bien y de forma muy creativa las turbulencias internas del personaje.

En la última novela de Don Winslow he descubierto que frente al movimiento ‘Las vidas negras importan’, contra la brutalidad policial contra los afroamericanos, ha surgido otro, ‘Las vidas azules importan’, para recordar a los policías asesinados. Sí, entre los agentes de policía sí existe la idea de que no se tiene en cuenta lo difícil que es su trabajo, y que se les culpa a todos por unos pocos que disparan cuando no deberían hacerlo. Ambas partes tienen quejas justificadas.

Usted ha escrito sobre los disturbios de Los Ángeles de 1992 tras la paliza a Rodney King. ¿Ahora la respuesta está siendo políticamente más organizada? Sí, pero la raíz de estos problemas es la misma, es muy triste y decepcionante que 25 años después de los disturbios de Los Ángeles aún haya ciertos segmentos de la sociedad que se sientan maltratados por la policía.

Cuando vemos esas escenas filmadas en que se dispara con tanta facilidad sobre un peatón o un conductor detenido por una infracción de tráfico, ¿eso se debe solo a prejuicios raciales, o sería distinto sin la tensión de saber que hay tantas armas en la calle? Tenemos un problema con el acceso fácil a tantas armas en nuestro país. Y un problema económico: desde el 2008 los servicios de policía sufrieron grandes recortes, los policías que quedaron solo se dedicaban a responder a llamadas de emergencia y dejaron de hacer el trabajo de policía comunitaria, de saludar a la gente, conocerla. Han acabado aislados y aprensivos, viendo delincuentes por todas partes, disparando en situaciones que crees que son peligrosas que cuando ves en el vídeo ves clarísimamente que no lo son. Aunque no quiero que parezca que estoy defendiendo siempre a la policía.