Pablo López continúa con la gira de su tercer disco, Camino, fuego y libertad, y tiene numerosas citas este verano a lo largo de la geografía española. Una de ellas, el viernes 28 de junio en el marco del Slow Music Festival de Pozoblanco, donde se encontrará con sus seguidores, a los que deleitará con sus nuevas canciones y viejos éxitos.

-¿Ha cambiado su mirada al disco año y medio después de su publicación?

-Sin duda, es fascinante ver la manera maravillosa en que envejecen las canciones. Me gusta mucho la trilogía Regreso al futuro, y el condensador de flujo son las canciones. Tengo la sensación de haberme adelantado, de que las canciones estuvieron antes que yo donde estoy ahora.

-¿Y dónde está en estos momentos?

-Las canciones son una ayuda para mí, tienen que ver con dejar de ser el hombre que sigue siendo un niño y que se cae al suelo y se pega contra los muebles. Así es mi etapa actual. Y si uno se dedica a hacer canciones de una manera libre, deja flancos abiertos por los que puede entrar mucha batalla.

-¿Ve sus canciones de otra manera a partir de la reacción del público?

-Claro, las 175.000 personas que han ido a los conciertos anteriores han sido vitales para, incluso, entender lo que estaba cantando. El gato, por ejemplo: hasta el concierto 60º no me di cuenta de que es prácticamente una autobiografía. Uno no se tira horas cocinando un arroz para luego comérselo solo.

-Está en su momento de mayor proyección popular.

-Como hombre de datos que soy, sí, es algo abrumador. A veces sientes que ni siquiera perteneces a esos números.

-¿Se puede perder el mundo de vista cuando te rodea gente que te halaga y no te lleva la contraria?

-Pues no sé si me creerá, pero no me rodeo de gente así. ¡Hasta se pasan de cabrones! Tengo un feedback honesto y crítico, y cuando voy por la Gran Vía de Madrid no me arrancan la camiseta. Tengo la suerte de que las canciones van por delante. Es cierto que es fácil perder la visión del mundo, pero lo mejor que puede tener una canción es que sea sucia, que pise el suelo, que no se separe de la vida cotidiana. Yo he tenido que protegerme mucho de la sobreprotección.

-¿Y ha encontrado el punto justo?

-¡Todavía no! Estoy en ello. Pero, vamos, tengo el mismo círculo de gente, de amigos.

-Días atrás, en ‘La voz senior’, tuvieron a todo un José María Guzmán (Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán) cantando ‘Señora azul’ sin previo aviso, y los ‘couchers’ reaccionaron de forma un tanto confusa. ¿Aquello estaba guionizado?

-No, no, y yo conocía perfectamente la canción, se me había puesto de pequeño en casa. ¡Solo que no me imaginaba que fuera él quien la estaba cantando! Aquello es difícil, ¿eh? Esta versión de La voz me está haciendo aprender muchísimo, pero hay que tener mucha prudencia cuando sale alguien y te pones a escucharlo. Cuando me di cuenta de que era él, me abrumó bastante. No tienes tiempo de reflexionar ni de medir cada palabra.

-¿El ejemplo de Guzmán viene a decir que la popularidad y la justicia no siempre van de la mano?

-El debate está servido, y es verdad que eso pasa. La justicia es la interpretación de un ser errático como el humano. Yo, si un día ya no tengo la suerte de que me hagan entrevistas, será porque ya no tengo nada que contar, o porque no he hecho lo suficiente. Si no estoy ahí, me jodo. Será culpa mía.

-También tuvieron a Maruja Garrido, musa rumbera de Dalí.

-Ahí sí que no tenía ni idea de su historia. Pero, cuando me siento ahí, primero tengo un respeto a la gente que hace las cosas con una barbaridad de cariño. Y me impactó muchísimo escuchar a esta mujer. Pero, si no tengo nada que decir ante tal revelación que tengo delante de mí, me callo.

-¿Aparecer en ‘La voz’ ha sido clave para la conquista del gran público?

-Yo he seguido una evolución, y siempre desde la lógica. Antes de llegar a tocar en el Palau Sant Jordi actué como unas 18 veces en Barcelona. Por supuesto, que tu cara salga en la televisión, si se corresponde con tu personalidad, algo hará, pero mi carrera no me la puede hacer La voz, porque estaría perdido.

-¿Hará conciertos distintos en esta gira?

-Sí, porque lo mismo canto un tema mío que uno de Extremoduro. Se trata de jugármela, y de hacer como hago en casa. Sigo teniendo una casa pequeña, no puedo vivir en un lugar grande porque me da agorafobia, pero siempre está llena de gente. Y se trata de invitar a la gente a mi casa.

-¿Y de mostrar sus influencias?

-100%. Yo, más que héroes, tengo padres: Roger Hodgson, con quien tuve la oportunidad de hablar en Cap Roig, sería casi mi piedra angular, y Silvio Rodríguez, y el nano, Serrat. Y, por supuesto, Queen, Pink Floyd, Yes, y Sabina, Fito Páez, Pablo Milanés... Siendo siempre un absoluto aprendiz.

-¿Nos sorprenderá en algún momento con un tema de un grupo como Yes? ¿Un ‘And you and I’?

-¡Joder! No puedo asegurarlo, ¡pero And you and I tiene mucho que ver con El patio! Cuando tenía ocho o nueve años, escuchaba el álbum Close to the edge, de Yes, con mi tía Lina, y los 18 minutos de la cara A son una influencia absoluta, tanto lírica como musical. Pero tengo claras algunas cosas que tocaré y que conectan con composiciones mías: la primera canción que publiqué, Vi, por ejemplo, tiene un enganche fácil y hermoso con una de Supertramp.

-Con tanto concierto, ¿sigue componiendo?

-¡No paro de escribir! Tengo cosas muy bonitas, muy fieles a quien soy, que es a lo que aspiro. Si no lo consigo, me iré. Intento ser honesto con la gente que viene a verme.