Hay varias cosas que, a priori, me atraían de esta producción. Como saben los que me conocen, el cine argentino es una de ellas; las películas cuyo guion sitúa la historia dentro del mundo del cine, también. Y la coprotagonista de esta cinta, Valeria Bertuccelli, es raro que decepcione. Su director, Juan Taratuto, es el mismo que debutara con la exitosa No sos vos, soy yo. Así comenzó su andadura con el actor Diego Peretti (intérprete que ha colaborado en varias producciones más de este realizador, aunque aquí no es el personaje del título sino que la responsabilidad recae en Adrián Suar).

Me casé con un boludo es una comedia amable, sin pretensiones, que hará pasar un rato divertido al respetable si no pide demasiado. Quizás lo más interesante del resultado sea cómo se juega con el límite entre realidad y ficción, entre persona y personaje. Y sirva como ejemplo la secuencia final del filme. Todo arranca presentándonos al protagonista masculino, un afamado actor argentino cuyo apellido artístico lo dice todo: Brando. Sin embargo, le habría venido mucho mejor haber sido bautizado como Cruise, aunque entonces puede que se hubiese descubierto la inspiración de la construcción de este personaje. Pues bien, el sobrado actor es convencido por su representante para aceptar un trabajo donde compartirá plató con la novia del director. Y ahí empieza todo: rodaje, enamoramiento y lío. El enredo se complica aún más cuando el romance se transforma en matrimonio y al poco la primeriza actriz descubre que se había enamorado del personaje que encarnaba su ahora marido. Una vez verbalizado y escuchado a escondidas por el tal boludo, este iniciará la tarea de volver a enamorarla con ayuda del guionista que escribió los diálogos en la ficción. Y así comenzará el citado juego entre verdad y mentira, entre vida y obra, entre realidad y fantasía.