La cantaora catalana Mayte Martín sigue manteniendo un idilio con nuestra ciudad. Idilio que viene de lejos y, más concretamente, desde que en 1989 obtuvo el Premio Antonio Chacón en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, cuya vigésimo segunda edición se clausuró ayer.

Un abarrotado Teatro Góngora refrendó efusivamente este romance rindiéndose desde la granaína que abrió su actuación, hasta las bulerías que ofreció como propina a un público fiel que la tiene como uno de sus indiscutibles iconos.

En el texto del díptico ya se explicaba que Memento es una incitación al recuerdo. Un tributo a los maestros en el que ella pone todas sus capacidades para dar luz a los ecos antiguos que hablan con su voz. Así fue en su inolvidable concierto expuesto bajo los parámetros de la más estricta ortodoxia, en el que su indudable poder de transmisión halló en la extraordinaria guitarra de Alejandro Hurtado un fiel aliado para que el milagro se produjera.

Dos artistas compenetrados desde el principio hasta el final en el que la respuesta guitarrística a la voz de Mayte Martín fue un dechado de sensibilidad acorde con el discurso que hizo la cantaora catalana en el que los tientos tangos, la petenera, las alegrías, la magnífica tanda de soleares, las cantiñas y la seguiriya, además de la citadas granaínas y las bulerías brillaron a la altura que tantas veces hemos valorado desde aquella lejana y mítica edición del Concurso Nacional. Pero qué más da, 30 años no es nada aunque suficiente en la irresistible ascensión de su notable recorrido artístico.