Maribel Quiñones, o Martirio, es de esas cantantes que no necesitan presentación. Tras su peineta y sus gafas negras lo único que esconde es una trayectoria que la ha llevado por muy distintos géneros y aventuras musicales, en las que la copla siempre ha sido un hilo conductor. Por eso no podía faltar en el congreso que sobre ese género se celebra desde hoy en Córdoba y en el que ofrece, esta noche, a las 20.00 horas, en el Teatro Góngora, la conferencia inaugural, a la que se puede acudir recogiendo la invitación en la taquilla.

-¿Qué le parece este congreso? ¿Cree que es necesario debatir sobre la copla?

-Me parece fantástico y creo que es completamente necesario, porque, aunque la copla tiene muchos seguidores de todas clases sociales y culturas, hacer un análisis tan exhaustivo, con gente tan preparada y tan diversa, es maravilloso. La copla encierra un tratado de historia, de psicología, de sociología, de costumbrismo, de moral de la época… Además, que sea en Córdoba, con Romero de Torres y todo ese paisaje, donde durante tres días hablarán de este género desde filósofos hasta antropólogos, poetas o cineastas, me parece una idea maravillosa.

-¿Sobre qué líneas girará su conferencia?

-Es una exposición de la época de la copla, cómo estaban las cosas, y también haré una presentación de los autores, de las primeras figuras. Hablaré de las distintas cosas que me inspiran las letras, pasando de los celos a la otra, al masoquismo, a los temas históricos, a las loas a la patria, las malas de la copla…. Y todo ello irá ilustrado con estrofas que yo he cogido de canciones que tienen que ver con lo que voy a hablar. Iré cantando y hablando a la vez.

-¿Qué queda por desmitificar de la copla? ¿Cree que aún se asocia a determinadas ideologías?

-Yo creo que las dictaduras siempre se apropian de la música popular, y quedó un ramalazo de eso en la memoria de mucha gente, que asocia la copla con el régimen. Y la copla es arte. Es cierto que le dio mucha profusión, pero porque también le interesaba.

-Empezó con Jarcha y la canción protesta. ¿Cómo pasó del movimiento musical más progre a la copla y la tonadilla?

-La copla está en mí antes que nada. Con Jarcha canté muchas coplas populares y después, en mi primer disco, metí en el rock Yo soy esa. Más tarde hice el disco con Chano Domínguez y luego vino Coplas de madrugá, la primera vez que se llevó este género al jazz, y volví años después con Acoplados, un disco con big band, trío de jazz y orquesta. Mucha gente alejada de la copla, al ver otra lectura, se acercó. Yo creo que la copla es como una obra de Shakespeare, que se interpreta vestido de Armani o con un traje del siglo XVII. Son sentimientos que pueden pasar el filtro del tiempo y que dependen de su lectura.

-Lo que es evidente es que cada vez hay más artistas que se introducen en el género.

-La copla ha adquirido mucha importancia en la música actual. Hay mucha gente que, sin ser coplera, ha acudido a este repertorio porque es una joya. Y con el estilo de cada uno se interpreta una obra maestra.

-Las mujeres siempre son las malas o las que más sufren en la copla y, pese a ello, son las que más la han cantado. Parece un poco masoquista.

-La mayoría de ellas las han escrito los hombres. Cantaban deseos ocultos tanto de las mujeres como de los hombres, pero nosotras tenemos mucha más capacidad para el sentimiento y para expresarlo. De todas formas, hay letras que han pasado el filtro del tiempo y otras, no.

-¿Hay alguna copla que no cantaría nunca?

-Sí. Por ejemplo, Dime que me quieres aunque sea mentira. Siempre las escojo con respecto a mi forma de ser y de ver la vida.

-¿Qué cree que ha aportado usted al género? ¿El feminismo?

-Yo le he dado la vuelta a muchas coplas y, cambiando el sujeto, le he dado una vuelta de tuerca a cincuenta años.

-Siempre ha sido muy rompedora. ¿Qué le parece el fenómeno Rosalía?

-Muy bien. Me encantó lo que hizo en la gala de los Goya y creo que está creciendo maravillosamente. Esa niña tiene la cabeza muy bien puesta y muy buenos asesores.