El imperativo deseo que viene latiendo en el corazón de la genial bailaora sevillana de encontrarse a sí misma se ha visto colmado con creces en este su último trabajo. Un montaje minimalista exaltando los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Ibn Arabi Rui, Tagore, Benedetti y el Arbi El Harti e incuso José Agustín Goytisolo, que con el poema Palabras para Julia musicado en su día por Paco Ibáñez, vino a marcar la sensibilidad de buena parte de una generación allá por la década de los 70, y que fue recitado por la bailaora sevillana en un plausible ejercicio de transmisión que nos sorprendió a los que no la conocíamos en este campo. Toda la obra se desarrolla partiendo de la escenificación de los versos de Sor Juana Inés la Cruz y del resto de poetas, que fueron en su momento el detonante para imbuirse en el misticismo que destila este Óyeme, extraído del poemario Sentimiento de Ausente de la poeta mejicana, inaugurado con un martinete cantado con absoluta maestría y entrega por nuestro paisano Bernardo Miranda que con la flamenquísima cantaora del Campo de la Verdad, Ana Ramón, demostraron cómo hay que cantar para bailar además de ser dos de los puntales en los que se apoya este espectáculo junto a la excepcional guitarra de Rubén Lavaniegos, autor de la música, el violín de David Moñiz, el violonchelo de Sergio Menem y el acompañamiento y el baile de José Barrios. Todos como una piña para resaltar la belleza plástica de esta bailaora que tiene en sus largos brazos y en su dominio de las formas un poder magnético que la hace única.

Resumiendo: un trabajo en equipo que ella viene preconizando desde que fundó su compañía en los 90, manifestado en esta producción en la que también tuvo cabida su parte humorística con un planteamiento de sal, gracia y desenfado con un Ay que calor; una demostración más de su versatilidad que tuvo la virtud de transportar de la tragedia a la risa a un teatro lleno entregado a esta nueva puesta escénica de la genial bailaora sevillana.