El título se presenta como de lo más amenzante. Como si este pastelón no tuviera fin. El musical cinematográfico que arrasó y explotó las taquillas veraniegas ha vuelto en una especie de secuela que, en realidad, es precuela, volviendo loco al espectador con el juego de los tiempos, para, finalmente, repetirnos la misma historia de los tres padres que pudieran haber sido y que acaban cantando y bailando (y de qué manera) en la celebración del banquete de bodas de la hija. Como se suele decir, toda una explosión de música y color. Aunque, si soy sincero, lo que verdaderamente quedará en mi memoria no serán las pegadizas canciones de Abba, sino las caras de circunstancia de un cuarteto de notables actores desaprovechados (Andy García, Colin Firth, Stellan Skarsgard y Pierce Brosnan), mientras dan unos torpes pasitos de baile y entonan alguna que otra nota musical, como preguntándose uno a otro qué hago yo aquí.

Aquí el más de lo mismo es evidente. No sólo suena a ya visto, sino también oído. Siguen predominando los escenarios bucólicos y cromáticos de la isla griega recreada lejos de allí, invitando a un refrescante chapuzón cinematográfico en lo más crudo del estío, mientras el guionista y director, Ol Parker, utiliza un cásting de jóvenes bellezas (y no me refiero, evidentemente a Cher ni a Meryl Streep, que pasaban por allí, sino a Amanda Seyfried y Lily James, que son las que protagonizan esta producción) para contarnos de nuevo esta historia de nunca acabar.

No obstante, como sobre gustos ya se sabe, habrá quien prefiera esta al original e, incluso, habrá quien no recuerde ya nada de la anterior y disfrute con este caramelo romántico musical, donde, desde luego, no hay casi nada de la esencia de lo que fueron las auténticas joyas de este género. Me refiero a esas en que los sentimientos brotaban de manera sublime entre un número musical y coreográfico y otro, cuando los productores aún consideraban al espectador inteligente y sensible.