El tercer concierto de abono de la Orquesta de Córdoba, que contaba como invitado con el director alemán Gerrit Priessnitz, sirvió también de cierre del Festival de piano Rafael Orozco, con la colaboración del pianista Benedetto Lupo en el Concierto para piano y orquesta en Sol mayor de Ravel.

La rica textura de la polifonía de las Metamorfosis de Strauss y su inasible y movedizo devenir requieren una interpretación sólida y firme que entraña gran dificultad. La versión ofrecida por Priessnitz alcanzó en algunos momentos cierta tensión expresiva que no pudo mantener a lo largo de la obra, siendo su debilidad más patente en los pasajes más camerísticos, en los que el sonido se deshilachaba, perdiendo consistencia.

Para el concierto de Ravel se incorporó Lupo, que atacó la difícil interpretación del Concierto en sol con garra y soltura técnica, sobrevolando con su fogosidad y elocuencia la versión orquestal, desvaída y a remolque. El Adagio assai, ya irresistible de por sí, se remansó en el piano del italiano, que midió tempi y expresión en una interpretación extraordinaria.

En Pantomima y Danza ritual del fuego la Gitanería de Falla sonó algo encorsetada: desprovista de la vigencia de ritmos y fracturas y de una expresión más irracional y concupiscible, parecía que, más que apoyarse en los contrastes, se los encontraba.

Cerró el concierto la Primavera Apalache de Aaron Copland, en la que los desequilibrios entre secciones -especialmente la percusión-, enturbiaron el sonido, que no fue en absoluto comparable al que ha exhibido la formación cordobesa en los tres últimos conciertos.