Lleva toda una vida mostrando el poderío de su voz flamenca, no en vano nació en el Campo de la Verdad, un barrio donde conocen muy bien este arte. Heredó de su madre el don de estremecer con su garganta, pero su oído y sus ganas de aprender de los mejores es lo que le llevó a alcanzar grandes metas en su carrera artística, plagada de premios. Aunque hay uno, el del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, que recuerda con especial emoción. «Fue la consagración», dice Rafael Ordóñez (Córdoba, 1949), que esta noche participa, en el Teatro Góngora, junto a un gran elenco de artistas, en el Festival Memorial Agustín Gómez, un hombre «al que los flamencos le debemos mucho».

-Será uno de los cantaores que participan en el Memorial Agustín Gómez. ¿Con qué obsequiará hoy a los espectadores?

-Como se trata de un festival homenaje a un hombre enorme en este arte, al que todos los flamencos tenemos que agradecerle mucho por las enseñanzas que nos dio, quiero hacer un repertorio agradable para todos los oídos. Quiero cantar por milongas y hacer la colombiana, además de un romance por bulerías que tengo a García Lorca y un cante por caracoles. Me acompañará a la guitarra nada menos que Rafael Trenas, una institución en Córdoba.

-Tiene una carrera avalada con numerosos premios, ¿Qué valor le da a estos reconocimientos?

-Llegar a tantos sitios como he llegado ha sido muy importante para mí. Los premios son un reconocimiento a la labor que vas cosechando, y todos son muy apreciados por mí, sobre todo el del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Me hizo una gran ilusión, fue como el torero que se presenta en la Maestranza, la consagración.

-¿Qué recuerda de esa noche?

-De aquella noche tengo muy bonitos recuerdos y también pasé muchos nervios. Pero cuando me tranquilicé fue maravilloso y lo celebre con mi familia y amigos. Hice dos cantes, la caña y la serrana, y fue uno de esos días que te le alumbra el don de Dios.

-Nació en el Campo de la Verdad. ¿Cómo ha influido en usted criarse en un barrio tan flamenco?

-Nosotros decimos que en el margen izquierdo del Guadalquivir están la mayoría de los flamencos, y yo me crié entre algunos muy buenos, a los que ponía mucho oído. Les escuchaba cantar y hablar y estaba siempre atento a aprender. Además, mi madre cantaba muy bien, aunque no se dedicó nunca al flamenco profesionalmente porque, como casi todos los hombres de entonces, mi padre solo la dejaba cantar en familia.

-¿Se siente querido en Córdoba?

-Mucho. Siempre estoy muy agradecido y tengo una especial ilusión en cantar hoy por ese motivo. Siempre me he sentido muy respetado.

-¿Cómo ve a la ciudad dentro de este mundo?

-El flamenco en Córdoba tiene mucho movimiento, se organizan muchas cosas, hay mucha afición y muy buenos artistas. Muchas ciudades admiran a Córdoba por sus flamencos y por los actos que organiza.

-¿Con qué cante se siente más cómodo?

-Me gusta cantar muchas cosas, pero como mejor me siento es por seguiriyas, porque es un cante que tiene mucho sentimiento.

-¿Cómo ve los derroteros del nuevo flamenco?

-Hay artistas nuevos que cantan muy bien, pero con el paso de los años el flamenco se va adaptando a los tiempos. Antes era más puro. Ahora se canta más bonito, pero no con la profundidad que se cantaba antes.

-¿En qué ha cambiado la vida de un artista flamenco?

-Ha cambiado muchísimo. Igual que la propia sociedad. Hoy, el flamenco está en todo el mundo, se canta en los teatros más importantes, y antes el flamenco se vivía en un cuartito donde llegaba a disfrutar el señorito, que no respetaba a los artistas. Yo no lo viví, no lo hubiera soportado, pero hay muchos grandes artistas que han luchado mucho para que eso no se volviera a vivir.