Hablar de Hombres G es hablar de una legión de adolescentes eufóricas lanzando bragas a un escenario, de un pasado glorioso del pop español en el que aún se vendían discos a tutiplén y los pijos tenían un lugar en el catálogo de tribus urbanas. Atrás quedan los días en que David Summer, Dani Mezquita, Rafa Gutiérrez y Javi Molina eran la atracción del momento, una inversión rentable para cualquier recinto de grandes dimensiones porque el lleno estaba asegurado. Pero, si como dice el dicho popular «quien tuvo retuvo...», Hombres G, sin duda, tuvieron un poder de atracción fatal con las féminas que aún conservan. Quizás por eso el teatro al aire libre de La Axerquía se llenó ayer de fans no tan adolescentes como en los años ochenta, pero tan entregados a la nostalgia (había más hombres de los que cabía esperar) que no se resistieron a pasarlo bien, soltarse el pelo y corear los grandes éxitos de sus ídolos a voz en grito. Desde Voy a pasármelo bien, El ataque de las chicas cocodrilo hasta Me siento bien, que dedicó a un tal Fran Ariza, que se jubila. Algunas tenían fresco en la memoria el último concierto de la banda en Córdoba, en el Palacio de Vistalegre hace más de una década. Ayer no hubo bragas voladoras, como a veces se vieron en conciertos del pasado, pero tampoco faltó energía y calor dentro y fuera del escenario. Ni jovencitas. Debe ser que el gusanillo de la música de los G Men se transmite de madres a hijas.

Los Hombres G, que ya transitan por los 50, hicieron vibrar al público y demostraron que si la música no tiene edad, los músicos tampoco. Tanto ellos como sus canciones siguen más frescos que una pera. Y ellos, para qué negarlo, como el buen vino, han cogido solera con el tiempo y ahora suenan mejor. La nostalgia funciona.