Cuando se cumple un lustro del inesperado fallecimiento de Paco de Lucía, genio internacional de la guitarra, el mundo del flamenco coincide en proclamar, en declaraciones a Efe, que la suya es una ausencia solo física frente al legado «vivo» e «inagotable» de un hito histórico «irremplazable».

«Cada artista es único, pero lo de Paco de Lucía son palabras mayores. Como en la era cristiana hablamos de antes y después de Cristo, en el flamenco sería antes y después de Paco», afirma sin dudar Rocío Márquez, intelectual del género y una de las voces jóvenes que está logrando llevarlo a nuevos espacios de conquista.

Para ella, el algecireño «es la base en la que se asienta el toque de hoy y el que impulsó y popularizó la guitarra solista flamenca», apreciación con la que coinciden todos, especialmente aquellos que en su carrera se decantaron por las cuerdas.

«Su sitio no lo va a ocupar nadie en la vida. Él y su nombre van en mayúsculas y después estamos todos los demás», afirma Tomatito, convencido de que él mismo no llegará a ver cubierta la vacante que De Lucía dejó como figura de calado e influencia.

Cuenta Rafael Riqueni, considerado otro de los grandes talentos del instrumento, que a él ya le enseñaba falsetas de niño y que, más allá de su «extraordinaria dimensión como persona», el que aún considera «maestro y amigo» fue capaz «de abrir todo un circuito internacional para la guitarra flamenca», convirtiéndose en «inspiración en todo el mundo».

«Era nuestra luz, nuestra guía. Su existencia ha sido clave para muchos, entre los cuales me incluyo, porque si él no hubiera existido, no hubiéramos podido dedicarnos de forma profesional a la guitarra flamenca, que él dignificó hasta un punto inimaginable antes», afirma Dani de Morón, uno de los herederos naturales de su toque.

Daniel Casares, otro joven valor de las seis cuerdas, sigue en la misma línea: «Su mayor legado es su propia música, una música que estaba encerrada en un cuarto y que él solito se encargó de universalizar cuando la guitarra flamenca no tenía hueco como instrumento solista en la gran mayoría de teatros y festivales. Gracias a él los guitarristas flamencos estamos girando por el mundo y se nos respeta mucho allá donde vamos».

«Somos muchos los que hemos seguido su camino, desde Jorge Pardo, Carlos Benavent y Rubem Dantas, que formaron parte de su grupo durante 25 años, hasta Tino D’Geraldo, Javier Colina, Alain Pérez, Piraña, Antonio Serrano, Guillermo McGill y tantos otros del mundo del flamenco y del jazz», ratifica Chano Domínguez, antes de destacarlo como «fuente prácticamente inagotable de ideas melódicas, rítmicas y armónicas».

Es algo que avalan también los cantaores, ya sean los más ortodoxos o los renovadores, como los Ketama, que hablan de Paco de Lucía en presente y lo califican de «iluminado igual que Camarón, gente que está tocada con la varita». «Sus discos resultan cada vez mejores y él toca mejor cada día, porque su música está viva y al escucharla descubres cosas nuevas», insisten.

«Quizás lo mejor de todo lo que nos legó aparte de su obra sea su compromiso con el arte», añade Arcángel, un aspecto que ya ensalzaba Riqueni («La pasión y sentimiento que desprendía en todo lo que hacía, con una dedicación ejemplar»).

Es el mismo mensaje que, hace solo unos meses, repetía la sobrina del artista.

Cuatro años necesitó Malú para componerle una canción sin una emoción contaminada por la pena de su marcha. «De él me queda una forma de vida, de sentir, un respeto al escenario y a la música, un nivel de exigencia. Era un referente para todo lo que hago en mi vida», señalaba a Efe la cantante.

El punto y final lo pone otra cuna de talento, la de la voz sin parangón de Estrella Morente: «Las personas como Einstein, Enrique Morente, Teresa de Calcuta, Leonard Cohen o San Juan de la Cruz se escapan de los cánones. No habrá otro Paco de Lucía».