Una gran interpretación de Annette Bening dando vida a otra actriz (Gloria Grahame) sobresale sobre el resto de los demás ámbitos del film, aunque desde luego existen otros atractivos en esta notable producción británica, como su ambientación o unas cuantas canciones de Elvis Costello intercaladas en la banda sonora de J. Ralph. Basado en hechos reales, a partir de las memorias del actor Peter Turner (interpretado en la cinta por Jamie Bell, que da con seguridad la réplica a Bening sin salir mal parado del tour de force), Matt Greenghalgh construye un guión en dos tiempos utilizando constantes flash-backs que se intercalan en el relato para que el espectador conozca la relación entre estos dos intérpretes hasta llegar al momento en que arranca la cinta.

Estamos en el año 1981, cuando un joven actor inglés recibe una inesperada llamada telefónica mientras cena en casa de sus padres, que le anuncia la indisposición sufrida en el camerino por su amante de otros tiempos, una famosa y veterana actriz norteamericana que ha trabajado con los grandes cineastas de su época y ahora ha tenido que suspender función teatral en Londres.

La petición es volver con él a Liverpool y, mientras la cuidan, iremos conociendo cómo surgió el encuentro entre ellos (dos personas muy alejadas en cuanto a nivel social, experiencia dramática y otros aspectos de su relación) allá por los años setenta, el encantamiento, sus peripecias amorosas y una misteriosa ruptura que les hará separarse hasta el momento que un teléfono los vuelva a unir.

Asistiremos a los últimos días de una vieja gloria de Hollywood, pero lejos de como trató el tema Billy Wilder en la película El crepúsculo de los dioses. Aquí, en un color muy bien tratado por Urszula Pontikos, la figura protagonista huye hacia un lugar alejado de todo lo que era el star-sistem, un lugar lluvioso y gris, donde volver a encontrarse con el amor en las tablas de un teatro para decir adiós a la vida.