Tener a Kiss tocando en mi barrio es algo por lo que no hubiera apostado nunca hace unas décadas.

Más de cuatro llevan los neoyorquinos en esto y, por fin, llegan a Córdoba, su tercera parada española tras Madrid y Barcelona, de la mano del Festival de la Guitarra y como espectáculo estelar y divertido donde los haya. Hubo de todo, pero, sobre todo, como se esperaba según sus señas de identidad, un generoso show en dispendios efectistas al más puro estilo americano de la factoría Marvel, la principal, la mejor baza de una de las pocas superbandas que quedan de aquellos tiempos gloriosos de titanes y dinosaurios del Glam Rock.

La temperatura, principal enemigo en el coso de Los Califas en estas fechas (aun se recuerdan los 48º del concierto de Mark Knopfler), y parece que también de los propios Kiss, que temían por su maquillaje, se alió con todos nosotros planteando una noche perfecta. Y el espectáculo no defraudó.

Los teloneros cumplieron con su cometido. Los parisinos Blackmordia abrieron con su garra metalcore, aun a la luz del día, arrancando los aplausos de los primeros miles de espectadores que decidieron llegar temprano. Fue la intervención de Mago de Oz, con su escueta fusión heavy-celta que tantos seguidores atesora, la que calentó motores con un público ya más numeroso y muy predispuesto. Invitaron al escenario al cantante cordobés Manuel Escudero, quien intervino junto a ellos en uno de sus temas.

Con algo de retraso llegó el momento esperado cuando sonó el rock & roll de Led Zeppelín, elegido como sintonía de comienzo en esta gira. Cae el telón y una plataforma hidráulica baja con los cuatro miembros del grupo Kiss. Empieza el delirio de los nueve mil corazones que más o menos ya llenaban la plaza de toros por entonces.

¿Qué sería de Kiss sin la lengua de The Demon (Gene Simmons) y la “sangre” brotando de su boca mientras asciende verde-Belcebú por los aires? ¿O sin la voz cascada y la forma física de The Starchild (Paul Stanley) volando en tirolina por encima de las cabezas encantadas a sus maravillosos 66 abriles? Los dos jefes del grupo, no obstante, ceden cada vez más protagonismo a los mercenarios Eric Singer y Tommy Thayer (batería y guitarra), que acometen su trabajo a la perfección, con maquillaje, cohetes y baquetazos a algún técnico incluidos.

Pirotecnia, pantallas gigantes e ingeniería luminotécnica apabullantes, dignas del mejor espectáculo de cualquier tipo, asediaban los sentidos. Y sonando, atronadores, los grandes éxitos de toda la vida del grupo, entre los que caben destacar la primera coreada, Shout It Out Loud, o la pletórica Love Gun, con Stanley en una plataforma central tras la polea en uno de los mejores momentos de la noche. Antes, la socorrida Say Yeah, o War Machine, por mencionar sólo algunas.

El concierto de Kiss fue, quizás, el más vistoso y profesional de los espectáculos que han tenido lugar en Córdoba. 45 años haciendo lo mismo, oscilando entre el Hard rock y el Heavy metal, una mezcla comercial y potente de rock duro con himnos impetuosos impulsados por elegantes clichés y baladas con enérgicas guitarras, melodías empalagosas y cuerdas arrolladoras que siguen congregando a cientos de miles de personas año tras año. Y todo ello asumiendo el mismo personaje teatral día tras día, máscara tras máscara, salvo una etapa en que descubrieron sus rostros. Lo que nos lleva a pensar que aquella banda de cómic que se convirtió en la favorita de los adolescentes estadounidenses en los años 70 no se equivocó, ni aun hoy, en una fecha de caducidad que ojalá aun esté muy lejos.