FESTIVAL DE PIANO RAFAEL OROZCO

Nino Kereselidze (piano)

Pablo Amorós (piano)

Lugar y días: Auditorio del Conservatorio Superior de Música, 9 y 11 de noviembre

Además del recital de Claudio Martínez, comentado ayer, el fin de semana ha tenido también otros dos recitales dentro del Festival de Piano Rafael Orozco.

El viernes fue de Nino Kereselidze, cuya actuación estuvo protagonizada por el gran repertorio destinado al piano: estudios de Alexander Scriabin, obras virtuosas de Liszt y Chopin, y la Sonata op.57 de Beethoven. Su forma de tocar denota con claridad su pertenencia a la escuela rusa. Posee mucha fuerza, una potente técnica de dedos, domina las octavas y su interpretación está impregnada siempre de mucha energía. En Beethoven estuvo más atenta a los trazos gruesos de la obra que a los pequeños detalles, mostrando una versión excesivamente apasionada. Algo similar ocurrió en el Andante spianato y gran polonesa op.22 de Chopin, una obra extraordinaria en la que Kereselidze dio mayor preferencia a la brillantez y el efecto, que a la elegancia de esas melodías inconfundiblemente salidas de la pluma del músico polaco, al que con frecuencia se le bautiza como poeta del piano.

En Nino Kereselidze predominó la prosa sobre la poesía. Por eso mucho más redondas fueron las ejecuciones magistrales de ocho estudios de Scriabin, donde la pianista dejó clara su indudable altura musical. Empezó la serie con el conocido estudio en do sostenido menor y la terminó maravillosamente con el no menos conocido Patético. Todos ellos impecables y con ese virtuosismo característico de Scriabin, cargado de pasión. Fue lo mejor, junto a las obras de Liszt: la Rapsodia húngara nº 6 y La Campanella . Dos obras de dificultad superlativa, la primera con octavas para dar y tomar, y la segunda, con toda clase de figuraciones. La inapelable ejecución que de ambas hizo la pianista rusa fue palmaria demostración de la dilatada trayectoria que le avala.

Otro concierto celebrado el fin de semana fue el de Pablo Amorós, el domingo. Es un joven pianista cordobés, que después de estudiar en el Conservatorio de aquí marchó a Londres para completar su formación. Amorós ofreció un cuidado programa que contenía la Sonata op.28 de Beethoven y Escenas de niños de Schumann , en la primera parte. Tras el descanso, dos nocturnos de Chopin y tres piezas de la Suite Iberia de Isaac Albéniz. Su Beethoven fue muy comedido y respetuoso con el estilo; destacó la ejecución del largo movimiento central, buena prueba de control y contenida expresividad. En esa línea discurrió Schumann, tocado con gusto y cuidando mucho el sonido. Pero Chopin y Albéniz fueron lo mejor del concierto, porque Amorós parecía encontrarse aquí más descargado de tensión. Salió toda su expresividad y dejó momentos muy buenos, como en el Nocturno op.27 nº.1 , en Rondeña y Almería y en el estudio de Chopin que dio como bis.