La crónica de una espera y de la dificultad de saber sobre el otro, atravesada por los «avistamientos» vitales, es el «magma» de las 542 páginas construidas durante 770 días por Javier Marías, que ha decidido titular con un nombre propio, Berta Isla, su decimoquinta novela. La obra del autor de Corazón tan blanco (de la que se cumplen 25 años de su publicación) sale a la venta de manera simultánea en España, Hispanoamérica y Estados Unidos el 5 de septiembre, tres años después de la última, Así empieza lo malo.

«Parece ser que ese es mi ritmo. Apunto en mi agenda cuándo escribo, si me interrumpo y cuándo continúo. Han sido 770 días desde que empecé, de los que he escrito 331, es decir, menos de la mitad», detalla Marías (Madrid, 1951). Berta Isla estuvo a punto de titularse «Berta Isla de Nevinson», porque ese es el apellido del marido de la protagonista y era una forma de evocar «a la antigua usanza» lo de «señora de», pero se decidió a dejarla «sola», lo que da una excelente pista sobre un contenido del que el escritor, traductor y académico prefiere no desvelar demasiado.

«Lo que iba a ser una vida en común se convierte en una convivencia intermitente y, luego, llega una desaparición. Sin certeza de que haya muerto o no, ella se siente como una isla respecto a él», apunta.

Transcurre entre 1969 y 1995, y cuenta la evolución de una mujer, que se casa contenta de ser «señora de» y que se ve obligada a vivir una vida «extraña», dependiente de su marido, aunque no económicamente. Aunque su editorial, Alfaguara, cuenta este texto como su decimotercera novela, él entiende que son 15 con esta, porque Tu rostro mañana fue «un esfuerzo de recomienzo» en cada una de sus tres partes.

Es la primera que lleva un nombre propio en el título: «no es que sea Robinson Crusoe o David Copperfield... Isla es un apellido común pero no demasiado corriente. Por lo que sé --según ha comprobado en la última guía que distribuyó Telefónica-- lo llevan 50 personas en Madrid. Es sonoro y simbólico».

Ha decidido abordar en esta novela la «enorme fascinación por las historias tradicionales de hombres (marinos, soldados...) que desaparecen. Tiene que ver con todas esas historias, con la fascinación por el hombre que vuelve y la mujer que ha estado esperando. Ulises y Penélope».

La novela entronca también con el hecho de que «el mero hecho de existir, de estar», hace al hombre «un ser divisado y divisable». «Igual que en el mar podemos divisar un bulto, una vez que alguien ha sido divisado, avistado, hay algo que hacer», subraya. El marido de Berta Isla, Tomás Nevinson, «tiene una facilidad enorme para las lenguas. Es una especie de superdotado con una gran capacidad imitativa», revela sobre este personaje, que se relacionará con otro que ya aparecía en Tu rostro mañana, Tupra, el «reclutador» de Jaime Deza.

No es una «precuela» de aquella, pero sí se inserta en ese «magma» compartido por todas sus novelas desde Todas las almas y recupera, como el caso de Tupra, a algunos personajes, aunque sea una historia totalmente independiente. Tomás Nevinson se va a estudiar a Oxford, «y un día cualquiera, un día estúpido que se podría haber ahorrado, su vida cambia. Nace una doble vida que condicionará el resto de su existencia y de la de su mujer».

También es novedoso que vuelve a la narración en tercera persona, que no utilizaba desde 1983 en El siglo, y la combina con la primera.