Con miles de kilómetros compartidos y cientos de escenarios pateados, Javier López de Guereña -portavoz de la banda en esta entrevista-, Andreas Prittwitz y Fernando Anguita, los músicos de El Krahe, que así les gusta llamar a su «maestro, amigo y padre» Javier Krahe, decidieron unirse un año y medio después de la muerte del cantautor por dos razones: seguir viéndose y rendirle homenaje. Y dicho y hecho. Bajo el nombre de Huérfanos de Krahe, los tres músicos decidieron rescatar su legado, que había calado profundamente en mucha gente, grabando un disco, La sonrisa de Krahe, que reúne 20 perlas de su maestro y con el que ahora recorren la geografía española en conciertos que son toda una fiesta y en los que no hay lugar para la tristeza. El próximo sábado lo demostrarán en el Golden Club de Córdoba.

-¿Cómo surge Huérfanos de Krahe?

-Después de año y medio de la muerte de El Krahe, decidimos que había llegado el momento de hacerle un homenaje en el que se reunió un gran grupo de amigos. A partir de ahí, pensamos que la manera de seguir viéndonos y celebrarle era volver a tocar juntos. La pega era que había que aprender a cantar, pero nos pusimos a ello y aquí estamos.

-Y de aquel homenaje surgió un disco, ‘La sonrisa de Krahe’.

-Así es, un disco y un DVD. Y, además, justo después, un amigo rapero de Krahe que se llama Kamankola organizó un evento en La Habana que también se grabó y se añadió al vídeo.

-¿Qué canciones incluye el disco y por qué?

-Son veinte y no sabría decírtelas de memoria, pero no escogimos las más antiguas ni conocidas de Javier, porque, a nuestro entender, a él le hubiera gustado las que hemos elegido.

-¿Por qué ese título?

-El mismo día de su muerte yo había ido con mi familia a parasitarle a Zahara de los Atunes, una costumbre que tenía desde hacía 20 años, porque El Krahe era un gran hospedador. Esa noche estuvimos de charla su mujer, la mía y nosotros dos. A las nueve de la mañana empezaron a sonar los teléfonos y comenzó a aparecer gente. Todos estábamos destrozados. Wyoming era un mar de lágrimas, Pablo Carbonell era un desecho humano… Y a pesar de todo eso y, aun estando muertos del llanto, también nos reímos acordándonos de sus ocurrencias. Y es que El Krahe nos dejó a todos con una sonrisa puesta, y cada vez que se habla de él, acabas sonriendo. Además, tenía una sonrisa preciosa.

-¿Cómo se conocieron, cuantos años estuvieron juntos?

-Estuvimos juntos 34 años, y yo fui el último. Yo lo conocí a través de Andreas Prittwitz. Al poco de llegar a Madrid, en 1980, conocí a un cantautor al que le gustó lo que yo toqué, grabó una maqueta y le hice los arreglos. En esto estaba implicado Andreas e, inmediatamente, nos hicimos muy amigos. Andreas, en ese momento estaba con Aute y Suburbano y El Krahe le había echado el ojo y empezó a tocar con él. Y cuando vieron la oportunidad de quitarle la guitarra de las manos, me llamaron a mí.

-¿Qué lecciones han aprendido de él?

-Muchas. Aparte de ser nuestro jefe, también era amigo y padre. Yo aprendí lo que hacía bien y lo que no tenía que hacer.

-¿Cómo era Javier Krahe en las distancias cortas?

-Muy conversador. Aunque antes de desayunar era mejor no hablarle. También era muy afable, muy cercano, le gustaba el contacto con la gente del pueblo. Era un erudito, tenía una gran memoria, no porque hubiera estudiado, sino porque lo había leído todo y se le quedaba. Era muy rápido de cabeza, muy chistoso. Por otro lado, sabía estar en silencio con mucha tranquilidad, no como Pablo Carbonell.

-Era un músico muy literario. ¿Cree que fue suficientemente valorado?

-Sabina siempre ha dicho que no y que si esto fuera Francia habría vendido millones de discos. Yo también lo pienso, aunque creo que con el tiempo sí se valorará como se debe. Creo que en la literatura sí está ponderado, pero en lo musical no tanto, pero es que él tampoco se valoraba mucho como músico.

-¿Cómo les recibe el público?

-De maravilla, si viene. Muy pocos saben donde tocamos, pero cuando lo saben, vienen a vernos. Nosotros lo pasamos fenomenal porque el material que tenemos es muy bueno y llevamos toda la vida juntos.

-¿Les invade la nostalgia durante la actuación?

-No hay el menor lagrimeo. Durante el concierto, contamos cosas, interactuamos con el público, pero no hay lugar para la tristeza.

-¿Qué recorrido tendrá ‘Huérfanos de Krahe’?

-No lo sé. Para empezar, no somos jovencitos. Por otro lado, esto nos lo tomamos como una necesidad personal porque si no, no nos vemos. Ni siquiera se puede decir que somos una banda tributo, porque somos un tributo a nosotros mismos.

-El humor y la ironía eran una constante en el cantautor. ¿Qué es lo más divertido que les ha ocurrido con él?

-No sabría decirlo. Yo viajaba mucho con él y canturreaba constantemente. Decíamos muchas tonterías los dos. En 34 años da tiempo a mucho.