Después de su preestreno, allá por mediados del mes de junio, y su estreno en Filmoteca de Andalucía, así como una larga estancia en la cartelera de las salas comerciales, llega a los cines de verano la última película de Gerardo Olivares, Hermanos del viento, que clausura de la trilogía que conforma con El faro de las orcas (2016) y Entrelobos (2010). Por tanto, oportunidad única de ver al aire libre esta interesante producción, donde el cielo y la naturaleza son tan protagonistas como los intérpretes que componen el reparto: el internacional Jean Reno en el papel de guardabosques y, a la vez, narrador del relato que se nos cuenta; el niño Manuel Camacho, que Olivares descubrió para el público cuando filmó en Sierra Morena y ahora lo lleva hasta los Alpes para, junto al actor alemán Tobías Moretti, poner en escena un drama familiar entre padre e hijo, con la ayuda inestimable de dos personajes de lujo, seguidos desde su nacimiento por la cámara del operador austríaco Otman Penker (codirector de esta producción).

Me refiero a Caín y Abel, las dos crías de águila que luchan desde el nido por sobrevivir y una acaba empujando a la otra para caer al vacío, aunque ahí estará el joven para salvarla y entablar una amistad. Sin duda, lo visual prima en esta cinta, aún más que en los otros dos títulos citados de la trilogía, y la balanza se desequilibra para que la cámara nos muestre con destreza y elegancia exacerbada los vuelos de estas aves y la belleza de los parajes fotografiados, en detrimento del drama, que se sostiene con pinzas en medio del cuadro genérico que pinta Olivares a cuatro manos junto a Penker. Quizás se eche de menos una más profunda descripción de los personajes e inmersión en los recuerdos que les llevaron hasta allí.

No obstante, repito, puede ser todo un privilegio y una experiencia insólita degustar estas impecables tomas, que suponen un maravillosos viaje a la naturaleza, mediante una proyección al aire libre de calidad.