Escuchando a los Coen hablar de su nueva película, 'La balada de Buster Scruggs', cualquiera diría que decidieron hacerla después de hacer limpieza general en su escritorio. "Varias de las historias que la componen llevan escritas desde hace 25 años, y las metimos en un cajón porque pensamos, '¿qué vamos a hacer con ellas?'", explicaba en la pasada Mostra de Venecia el menor de los hermanos, Ethan. "Pero hará unos diez años nos dimos cuenta de que varios de esos relatos cortos olvidados estaban ambientados en el Lejano Oeste, así que decidimos convertirlos en una película de antología".

Así pues, después de dirigir un western contemporáneo -'No es país para viejos' (2007)- y otro definitivamente clásico -el remake 'Valor de ley' (2010)-, ahora los de Minnesota presentan una colección de seis historias que rinden tributo el espíritu del género al tiempo que le insuflan una sensibilidad que les es inconfundiblemente propia. Cada una de ellas tiene un estilo distintivo, y sobre el papel no poseen vínculos argumentales, pero todas ellas son genuinamente coenianas por su sentido del absurdo y por el papel que el destino juega en todas ellas.

"Tras haber escrito la mayoría de los relatos decidimos preguntarnos qué los unía", recuerda al respecto Joel. "Y nos dimos cuenta de que era la muerte. Y tiene sentido, ¿no? Si vas a explorar la mortalidad, el Viejo Oeste parece un lugar idóneo para hacerlo". Asimismo, a lo largo de su fracturado metraje 'La balada de Buster Scruggs' habla de qué corta y qué implacable podía llegar a ser la vida en aquella mitificada época, y en aquel lugar en el que a uno la fortuna podía sonreírle un momento y golpearle en el estómago al siguiente.

La película arranca galopando con alegría y su camino se vuelve cada vez más sombrío, hasta resolverse a bordo de una diligencia que se dirige al lugar del que nadie vuelve. A lo largo del viaje ofrece vaqueros cantantes, y ladrones de bancos, y duelos con pistolas, y víctimas de la fiebre del oro y caravanas de carretas que se cruzan con los indios; ofrece musical, comedia, violencia explícita, cuentos morales y guiños a Edgar Allan Poe. De todo.

"Uno de nuestros objetivos ha sido explorar todas las direcciones que el género ha tomado en el pasado, hacer una panorámica a lo largo de todo el paisaje geográfico y narrativo que ha cubierto", asegura Ethan al tiempo que menciona referentes como Roy Rogers, John Ford, Burt Boetticher y, por supuesto, Sergio Leone. "Crecimos viendo muchos westerns mediocres de Dean Martin, pero cuando vimos 'Hasta que llegó su hora' (1968) nuestra percepción del western cambió por completo. Y nos pasó un poco lo mismo con las primeras películas del oeste que dirigió Clint Eastwood, como 'Infierno de cobardes' (1973) o 'El jinete pálido' (1985), que recogían el testigo de Leone".

Además de servirles de homenaje al género, 'La balada de Buster Scruggs' ha proporcionado a los Coen la oportunidad a un nuevo desafío creativo. "Esencialmente hemos hecho seis películas en una", opina Ethan. "Eso significa seis procesos de preproducción, y otros seis de montaje, y seis elecciones de vestuario y banda sonora. Para nosotros ha sido un trabajo esquizofrénico, y muy estresante".

Por supuesto, hay otro aspecto más en el que la película representa la incursión en un nuevo territorio, al menos en términos de formato y distribución. Se trata de su primera colaboración con Netflix y, por tanto, en la mayoría de países se estrena directamente este viernes en 'streaming' -de hecho, cuando se anunció el proyecto muchos dieron por hecho que se trataría de una teleserie-. "Nunca nos planteamos hacer esta película con un estudio tradicional porque sabíamos que ninguno de ellos la financiaría", lamenta Joel. "En Netflix se gastan el dinero en algo más que las adaptaciones de cómics, y eso es de agradecer. Por supuesto que nos encantaría que la gente viera nuestras películas al cine pero, por otra parte, es indudable que la mayoría de gente conoce nuestro cine gracias a los videoclubs. Así que no vamos empezar a quejarnos ahora".