Solo por ver en acción a Helen Mirren y Ian McKellen, dos grandes intérpretes, merece la pena el visionado de esta película. Además, Bill Condon -director norteamericano muy recordado por su excelente Dioses y monstruos (1998)- realiza una interesante adaptación de la novela de Nicholas Searle (todo un best seller) a través del guión que ha escrito Jeffrey Hatcher. Por tanto, el duelo interpretativo está asegurado y el texto contiene suficientes alicientes (incluidas las correspondientes sorpresas y giros narrativos) como para otorgar buenas dosis de atractivo a la cinta.

El relato arranca cuando los protagonistas se ponen en contacto a través de una web de citas y, como suele ser habitual en estos casos, mienten a la hora de identificarse y rápidamente se verán las caras durante una cena donde podrán intimar. Desde el primer momento, en el argumento no se oculta que él es un estafador profesional y ha conseguido dar con la presa que siempre ha soñado: una adinerada compañera que parece haberse enamorado y capaz de hacer cualquier cosa que él le pida. Así que el suspense está servido.

El espectador asiste a ese juego de seducción y engaño, mientras aparece en escena un nieto que servirá de testigo a la manera de inspector en la situación creada. Poco a poco nos iremos introduciendo en una trama que permite, de vez en cuando, emerger restos del pasado de ambos y que nos llevarán hasta terrenos tan insospechados como peligrosos. Siempre habrá un as en la manga de quien conduce la historia, para así conseguir sorprendernos justo cuando creamos que todo finaliza, volviendo a reconducirse hasta un nuevo desenlace.

Gracias a las inmejorables interpretaciones del elegante dúo protagonista, todo parece verosímil y termina por dejar buen sabor de boca, mostrando cómo las apariencias casi siempre engañan. Habrá quien piense o recuerde algunos precedentes cinematográficos como La huella, donde Mankiewicz adaptaba la pieza teatral de Anthony Shaffer y ponía a competir a Laurence Olivier con Michael Caine en otro juego de engaños. Pero sólo en apariencia.