A sus 90 años, el prestigioso arquitecto cordobés Gerardo Olivares debuta como escritor con Los viajes del capitán Rezanov, un relato histórico basado en hechos reales del que le llamó especialmente la atención la historia de amor que encierra, y en el que ha investigado durante siete años, acudiendo, incluso, a los lugares de la acción. Reconoce que hizo hasta trece versiones de esta novela, que un día cayó en manos de Manuel Pimentel, responsable de la editorial Almuzara, y decidió publicarla después de cambiarle el título. A Olivares, escribir le ha dado la felicidad después de su jubilación, aunque reconoce que se siente cansado y asegura que no se adentrará más en una aventura literaria.

-Escritor a los 90 años. ¿Desde cuándo lleva con la idea en la cabeza?

-Cuando me jubilé con 78 años me planteé qué hacer y había leído hacía mucho tiempo un libro de un autor francés, Ramón Cartier, en el que hablaba de California, donde existía una colonia española conocida como Alta California, y del comienzo de las relaciones comerciales entre la colonia rusa de Alaska y la cercana colonia de Nueva España del Norte. Me fascinó especialmente la historia de un capitán ruso, Rezanov, enviado especial del zar Alejandro I para negociar con España nuevos espacios comerciales en Estado Unidos. Al llegar al fuerte de la recién fundada ciudad de San Francisco conoce a la hija del comandante, Conchita Argüello Moraga, y se enamora de ella. Me sorprendió que no se conociera esa historia de amor y me decidí a contarla, además de la curiosidad de que España hubiera mantenido relaciones con Rusia.

-Así que lo que llamó su atención fue la historia de amor. ¿Es usted un romántico?

-Las historias que atañen a los sentimientos me interesan, estamos hechos de sentimientos. Pero lo importante es la historia de Rezanov, un personaje fascinante. He estado seis años siguiéndole la pista e, incluso, he viajado a los lugares donde él estuvo.

-La verdad es que más que una novela histórica ‘Los viajes del capitán Rezanov’ es un título que suena a libro de aventuras.

-Es que su vida es toda una aventura. Nace en San Petersburgo, en el seno de una familia acomodada, y siempre fue un personaje curioso con una facilidad para los idiomas apabullante.

-¿Cómo se ha documentado, además de visitar los lugares del relato?

-Cuando me di cuenta de que el personaje existió, me puse a investigar a través de internet en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. También he utilizado otros conductos, como un libro sobre Rezanov en Japón. Durante siete años me he dedicado a esa labor de investigación, a visitar a algunos de los sitios donde estuvo.

-Una vez que tuvo todo recopilado, ¿cómo se enfrentó al folio en blanco?

-Muy asustado, pero con ganas. Yo tengo cierta práctica de escribir porque con mi profesión he tenido que redactar muchos informes, y tengo un libro sobre arquitectura que aún está sin publicar. En realidad, he llevado a cabo un proceso muy parecido a un proyecto de arquitectura y todo se va enlazando como una historia en la que los espacios muertos, donde no tengo información, los relleno con situaciones compatibles con la historia.

-¿Le atrae especialmente este periodo de la historia de España o ha profundizado en él por la curiosidad que sentía hacia este personaje?

-Me interesa la historia de España y toda la actuación de los españoles en el Nuevo Continente, sobre todo, conocer de verdad lo que pasó allí.

-¿Qué opina de los que ahora critican el papel de los conquistadores españoles al llegar a América y del derribo de estatuas de Colón y otros personajes históricos?

-Son personas mal informadas que no merecen el más mínimo respeto. No tienen razón, tampoco son tantos y seguramente descienden de los españoles que llegaron allí. Genocidio un hubo. Ni fuimos magníficos, como nos decían en tiempos de Franco, ni tampoco tan terribles.

-¿Ha influido su faceta de arquitecto a la hora de escribir esta historia?

-Nada en absoluto, excepto que me he dado cuenta de que el proceso de escribir un libro se parece mucho al de proyectar una obra arquitectónica.

-A estas alturas de su vida, ¿Qué le aporta la escritura?

-Tener una vejez llena y feliz.

-¿Ha pensado en escribir algún guion de cine para su hijo?

-No, lo que sí he hecho es leer sus guiones, pero no para corregirlos, porque él sabe mucho más de eso. Y aunque le hacía observaciones, apenas tenía en cuenta alguna.

-Ahora que ha empezado con la novela histórica, ¿no le atrae Córdoba como escenario de un relato?

-Yo no voy a escribir más. Tengo 90 años, me noto cansado y empiezo a notar que mi vista no es la misma. Estoy terminando un libro de memorias que quizá se publique. Pero nada más.

-¿Ha cumplido usted un sueño al publicar esta novela?

-Sí, pero a mi edad ya no se siente lo mismo que si hubiera sucedido con 40 años.