Cuando las voluntades se unen al conocimiento y a ellas la magia, solo pueden nacer cosas bonitas y eso fue lo que ocurrió en la noche del pasado domingo 4 de agosto en la cuarta gala del quincuagésimo noveno Festival Internacional del Cante de las Minas con la actuación de Alba Heredia, premio Desplante 2015 en La Unión, y El Pele.

Alba Heredia (Granada, 1995) fue la encargada de romper las hostilidades flamencas, y no las rompió, las destrozó. Realizó la granadina una exhibición de fuerza, sabiduría y control corporal en un antiguo Mercado Público unionense que enmudeció ante la grandeza de su propuesta.

Con un excelente acompañamiento musical, ubicado a ambos lados de las tablas del coliseo flamenco, la del Sacromonte desgranó por taranto su baile iracundo y lleno energía que parecía emerger del mismo centro de la tierra. Acudía a la llamada del cante, se citaba con sus ancestros en cada desplante, levitaba, dejando sin aliento al respetable. Por tangos cerró esta su primera intervención de la noche, llevándonos sus compañeros a continuación por bulerías y, juntos, recuperar el habla.

Cambió el tercio Alba por alegrías, mutando entonces su baile, de volcánico, a risueño, sensual y elegante, embutida en su colorida bata de cola. Arrancó con el brioso movimiento de su mantón al aire del antiguo Mercado Público de La Unión y jugueteó con los sones de Cádiz. Y de esas brisas gaditanas al baile intimista por soleá. Emergió la tercera Alba de la noche mirando ahora hacia su interior, ensimismada en su delirio al baile y ofreciendo, sin lugar a dudas, el sentimiento de su alma.

Para finalizar, agradeció la granadina a La Unión y al Cante de las Minas todo lo que le regaló aquella noche de agosto de 2015, despidiéndose emocionada con su una pincelada por bulerías con la que conquistó definitivamente la Catedral del Cante.

Con el corazón aún revolucionado, arribó al festival unionense uno de los cantaores más especiales del panorama flamenco, Manuel Moreno Maya El Pele (Córdoba, 1954) quien templó la voz por tangos: “Di di Ana por qué bordas / sábanas como el jazmín / di di Ana di / en tu balcón por las noches / a quién sueñas ver venir”. Habíamos dejado el vigor del baile y nos dirigíamos a la sensibilidad al cante, que de tangos pasó a vidalita. Continuó jondo, por soleá, esa soleá eterna que con la que El Pele se convierte en el alquimista de las emociones acordándose de Miguel Hernández con la Elegía a Ramón Sijé. Elevado al cielo por la sonanta de El Perla, por seguiriya declaró su amor al flamenco al que se refirió como un arte para “vivir, amar y llorar”.

En el ecuador del recital se arrancó por alegrías meciendo el cante, pausándolo, arrebatándolo, navegando por los tonos medios y bajos y haciendo gozar a La Unión que, cante a cante ovacionaba al cordobés. Bulería fue su siguiente parada, cante que remató con Los amantes para cerrar por fandangos ante un Mercado Público que no lo dejó marchar a fuerza de aplausos. Se despidió por tangos con su mítico Vengo del moro, pero antes dejó la última pincelada de delicadeza con Alfonsina y el mar. En suma, noche de flamenco de alto voltaje que sin duda reconcilia al Cante de las Minas con los aficionados de lo ortodoxo.