Música: G.Verdi y Chicuelo.

Coreografía: Javier Latorre.

Libreto y dirección escénica: Francisco Lopez.

Compañía: Ziryab Danza.

Lugar: Gran Teatro de Córdoba.

Día: 29 de noviembre.

Cuando la supremacía del arte se integra en una mezcolanza de distintos elementos musicales y dancísticos, y estos son tratados con el talento de los artífices de la puesta escénica de este Fatum! , la respuesta ha de ser clara y contundente: el estreno mundial de esta obra en el Gran Teatro cordobés superó todas las expectativas aunque más de un espectador no pudiera resistirse a contrastarla con la originaria versión de hace más de dos décadas en los que el buen hacer de Javier Latorre y Francisco López justificaron, como ahora, las razones de su vieja alianza.

Un trabajo lúcido y magistralmente llevado partiendo de los tres pilares que lo sustentan, como son la ópera, la danza y el propio drama latente en la escenificación de la obra de Angel de Saavedra y en la música flamenca y verdiana; de tonos sombríos como su propio argumento plantea, que llegó a sobrecogernos por la impecable puesta escénica de Ziryab Danza, el cante y la guitarra, y por las impactantes apariciones del japonés Shoji Kojima, que en su papel del Destino justifica lo trágico de su misión, tiñendo su baile extraño y fascinante de un tono lúgubre y envolvente que alcanzaría en la seguirilla la cima de su personalísima forma de encarar el flamenco, influenciado por la carga del importante bagaje cultural de su lugar de procedencia.

Un aparte para Cristhian Lozano, que en su papel de Alvaro cubre buena parte del desarrollo de este trabajo. Su preparación técnica, no limitada exclusivamente a sus formidables dotes para la danza, se vio perfeccionada con esa aptitud dramática que imprimió a toda su intervención. Con igual brillo lucieron los componentes del cuerpo de baile, que se mueve con maestría tanto en el aspecto de conjunto como en las intervenciones individuales, siempre bajo el sello inequívoco de Javier Latorre, que embutido en su papel de marqués volvió a dar una lección de baile que exaltó el coro admirativo con su valorada labor coreográfica.

Sara Calero como Leonor y el cordobés Hugo Lopez, del que auguramos un futuro cierto en la danza, y la Moneta como Preciosilla afianzan la magnitud de este trabajo en el que la música verdiana se alterna con la flamenca en la admirable guitarra de Chicuelo. Toda una conjunción de factores muy bien articulados con la pretensión de desechar la vieja idea de que el destino nos viene marcado desde que nacemos y asumir la realidad de que somos los humanos los que lo marcamos en el devenir de toda nuestra vida, como ya nos señala el autor del libreto y de la dirección escénica en las motivaciones explicativas de este gran trabajo que habrá que verlo más veces para reparar con más detenimiento en cada uno de los luminosos ángulos que lo conforman.