Con el escenario del Gran Teatro abarrotado de músicos, el pasado jueves se interpretó por primera vez en Córdoba la Sinfonía Titán de Gustav Mahler. La mezcla de músicos profesionales y jóvenes que propició la interpretación de la monumental obra ha supuesto con toda seguridad un esfuerzo para todos ellos, pero el placer de escuchar el sonido de una orquesta sinfónica de generosas dimensiones es escaso en Córdoba y ha de agradecerse, confiando en que se volverá a producir.

La única obra del programa es un comienzo por todo lo alto en la composición de sinfonías, una irrupción de una rotundidad abrumadora que nos agita y calma de forma sucesiva e inagotable. Los contrastes interrelacionan los sentimientos opuestos que se encadenan a lo largo de la obra: en ella se refleja la personalidad de su autor --cuenta Alma Mahler en su libro de memorias, G. Mahler, recuerdos y cartas, que su marido solía saltar de un tema a otro en las conversaciones, que su andar era arrítmico y que podía parecer caótico--, su forma dramática de debatirse entre un mundo que se hundía y otro que surgía con nuevas promesas y miedos.

La genial forma en que Mahler ensarta en un único discurso una medida y elegante melodía que nos remite a la pompa de las élites austrohúngaras -que acaba despeñándose en disonancias, desmembrándose trágicamente y anunciando de paso la cercana llegada de la escuela de Viena--, unos instantes de pureza y levedad, de luminosa quietud contemplativa y un robusto pasaje en tutti que entra como un coloso enfurecido es seña de identidad de su autor y gran parte del atractivo de la obra.

El maestro Ramos obvió todo lo anterior, sin llegar a articular una sola de las sutiles transiciones entre los temas que se suceden formando cada uno de los movimientos, destensando las violentas diferencias entre los afectos. La dirección funcionó mejor en los pasajes de mayor densidad, aunque el equilibrio entre secciones estuvo amenazado en varias ocasiones por los metales y la percusión.

Sin embargo, prefiero quedarme con el rugido de los (¡siete!) contrabajos desde el fondo, para mí, lo mejor de esta Titán.