El Gran Teatro de Córdoba acogió la noche del pasado sábado el estreno mundial de un delicioso espectáculo con texto original de Triana Lorite bajo el título de Concierto para un olmo.

Se trata de una obra eminentemente coral en la que se funden con gran intensidad la música, la danza y la interpretación, todo ello envuelto en el sutil celofán de los velos blancos sobre los que se proyectan grandes audiovisuales que arropan todo lo que se va desarrollando frente al espectador. Triana Lorite describe desde la cálida voz de Ángela Molina el ciclo, la línea vital, de un ser, sea éste el que sea, partiendo de una premisa que puede parecer atrevida: muestra el viaje vital de un olmo, un árbol que sólo parece haber sido creado para dar sombra, nada más; pero que resulta no ser así. Ángela Molina desgrana el ritual del ser vivo: nacer, crecer, desarrollarse y morir. Es una mujer que habla como un olmo apoyándose en el símil de que ese árbol se eleva desde sus raíces para poder amar, ver, respirar… hablar. Y lo hace con otra mujer: la Tierra. Una tierra que responde a las llamadas del olmo desde la voz y desde unas magníficas coreografías de danza contemporánea ejecutadas con estilo, finura y elegancia por la gran bailarina que es Teresa Nieto. Ella pone el cuerpo como sutil contrapunto a la voz e interpretación de Ángela. Cuerpo como lugar donde depositar la semilla que será el nuevo germen de un nuevo olmo que seguirá dando sombra.

El tercer pilar en que se sustenta el espectáculo es el piano, en manos del cordobés Pablo Amorós, que aporta la música de la vida a través de las composiciones que él mismo ha elegido de autores como Mompou, Granados, Falla, Rajmáninov, Leonardo Balada, Piazzolla, Ginastera o Skriabin. Música que adorna, que envuelve y resalta ese universo en el que el ser humano y el ser vivo están eso… vivos. Amorós deleita al público jugando con el cordón umbilical de las notas musicales, nexo de unión del espectáculo. Si el nivel de comunicación de Ángela Molina y de Teresa Nieto fue de gran altura, vimos a un temperamental Pablo Amorós que se volcó para aportar expresividad y fuerza emocional a sus intervenciones. Sin estridencias, con gusto y cuidando el sonido. No en vano es un pianista serio que aúna la elegancia con el lirismo y el virtuosismo. En lo personal, recordé una nana de Mompou que cantaba mi abuela hace ya muchos años y me emocioné con la Danza del Fuego, de Falla.

Espectáculo magnífico, redondo, fruto de la perfecta unión entre música, interpretación y danza. Música de la voz cálida, profunda, de Ángela Molina que vibra de forma perfecta junto al piano de Amorós y resuena sobre el cuerpo de Teresa Nieto.