Basada en hechos reales, la vida de la conocida como abuelita espía (Melita Norwood, en el filme Joan Stanley), merece la pena solo por volver a ver en pantalla trabajar a Judi Dench, aunque no sea solo suyo el personaje y ocupe solo una pequeña parte del metraje, ya que la historia está narrada en dos tiempos: ella es el presente, mientras que en el pasado está encarnada en otra actriz más joven (Sophie Cookson).

La película es de una corrección absoluta, no pasa de ahí, aunque interpretaciones, fotografía y ambientación son impecables, como en la generalidad de producciones británicas. No obstante, la cinta está dirigida -sin estridencias, como digo- por Trevor Nunn y nos ayuda a conocer la historia de una física que durante su estancia en Cambridge como estudiante conoce a una pareja de rusos que la empujarán, con el amor como instrumento de espionaje, a desvelar secretos de Estado cuando es contratada como investigadora en un proyecto que desarrolla los estudios necesarios para construir la bomba atómica. A través del silencio de la protagonista, entenderemos las razones que la llevaron a ello. Aunque no pase de ser una película que olvidaremos pronto, tiene su interés al ofrecernos cómo eran esos tiempos en que los Estados pugnaban soterradamente por liderar la carrera nuclear, cuando Oxford y Cambridge eran afamados campus universitarios pero también graneros de futuros espías al servicio del KGB ruso.

Por tanto, podríamos decir que lo que se nos narra es de sumo interés, aunque la forma en que se hace sencillamente no aporta novedad alguna y, aunque con oficio, no deja de ser correcta, sin más, tendiendo demasiado al melodrama. Posiblemente, el personaje habría merecido un mejor tratamiento de su historia y una más completa información. No deja mal recuerdo en el espectador, siempre y cuando no se ponga el listón demasiado alto.