Juan Eslava Galán compara en su último libro al Guadalquivir con los grandes ríos europeos que «arrastran cultura e historia», aunque, más contundente aún que cuando presentó su obra en Córdoba, matiza que «empieza antes que el Rin y el Danubio», ya que alojó en sus orillas al mítico Tartessos, hace dos milenios y medio.

Viaje por el Guadalquivir y su historia (La Esfera de los Libros) es fruto de una relación con el río, ya que «he vivido 27 años en Sevilla, muchos en Jaén y he veraneado en Sanlúcar de Barrameda», recuerda el autor cuyo curso del río, dedicando un especial protagonismo a Córdoba, ha recorrido a pie en su práctica totalidad.

De eso da fe el nutrido álbum fotográfico que forma parte de este volumen, ya que la mayor parte de las imágenes han sido tomadas por el autor o él mismo posa para el fotógrafo, bien junto a un ánfora romana o junto al pétreo contrapeso de un molino de dos mil años.

Sobre el mítico Tartessos ha señalado que él ya apuntó «tímidamente» aunque en un texto de hace treinta años la que ya es hipótesis casi predominante en ámbitos arqueológicos, que no se tratase más de que un episodio «de carácter provincial» dentro de la cultura fenicia, «por más que Adolf Shulten buscara una ciudad, porque también quería ser un gran descubridor, como Schliemann».

«En general es un río muy desconocido, y una ciudad como Sevilla ha vivido de espaldas a su río, por razones históricas como las inundaciones; Córdoba se ha mirado más en el río; pero no ha pasado como en las grandes ciudades europeas, que se vuelcan en sus ríos», ha dicho.

De los tramos que prefiere ha señalado los extremos, «el alto Guadalquivir, cuando sale después de su nacimiento, el río joven e inquieto; también por el paisaje y porque es un río limpio... Luego, a partir de Menjíbar, ya se ensucia» y la zona de su desembocadura, en Bonanza, en Sanlúcar de Barrameda, con Doñana en la otra orilla.

Con la idea de que su escritura «debe fluir como el río», Eslava Galán, autor de libros de viajes históricos y un referente en el género, no ha renunciado a la narración ni a los personajes: «Intento que mis libros enseñen y que no aburran, por eso me invento esos personajes, tras alguno de los cuales está mi voz». «Lo he escrito arrastrado por el tema, disfrutando y encantado de rememorar andanzas de adolescente, cuando ya me acercaba al río», afirma.