He leído que Quentin Tarantino ha anunciado que esta será su penúltima película antes de retirarse. Esperemos que ocurra como con algunos toreros. Por lo pronto, sus seguidores tienen ocasión de disfrutar con esta Once Upon a Time in... Hollywood, en la que nos presenta un dúo formado por los personajes que encarnan Leonardo DiCaprio y Brad Pitt: actor de western para TV y su doble especialista, respectivamente. También se ha dicho que los citados intérpretes hoy serían algo así como los sucesores de Redford y Newman en sus mejores tiempos.

No obstante, aunque se ha publicitado hasta la saciedad esta producción asociándola con el suceso que tuvo lugar en el tiempo en que se sitúa la acción, cuando la banda de Charles Manson asesinó a Sharon Tate (esposa de Roman Polanski) embarazada y a unos amigos, habría que avisar de que, en absoluto, es una crónica de los hechos. Es más, Tarantino manipula y resuelve con habilidad la realidad para crear una ficción que al menos a mí me dejó muy buen sabor de boca, aunque el cine -ya se sabe- es cuestión de vista y oído.

La cinta arranca con la presentación de la pareja masculina protagonista, mientras el mundo de los grandes estudios cinematográficos vive una era de cambio durante los años sesenta; el actor vive en estado de crisis con el fracaso mirándole a la vuelta de la esquina mientras graba series televisivas y su doble se conforma con hacer de conductor y las chapuzas que le encargue su colega. Aparece una oferta para rodar en Europa un nuevo subgénero que está naciendo: el spaghetti western, cosa que podría hacer resurgir su carrera. Mientras, unos vecinos recién llegados a la urbanización de lujo, los Polanski, aparecen en escena.

Todo es un artificio para demostrarnos su amor al cine (dominio total del montaje y dirección de actores) y a la música (hay que aplaudirle como arma sus bandas sonoras). Bastan un par de secuencias para verificarlo en este festín cinematográfico.