Dentro del ciclo Letras Capitales, el escritor José Ovejero recaló ayer en Córdoba con su último libro, Insurrección, bajo el brazo. Tras La Seducción, el autor vuelve al choque generacional, esta vez entre padre e hija, para hacer un recorrido por las grandes tensiones sociales que se viven hoy en día. De este modo, analiza los problemas de la sociedad actual a través de la maltrecha relación paternofilial entre Aitor, un hombre conformista que sufre en sus carnes los desmanes de un sistema laboral cada vez más injusto, y Ana, una joven idealista que, incapaz de soportar el mundo que le tocará vivir, huye a una comuna okupa, desde donde planea reformar la sociedad.

-¿Por qué vuelve al choque generacional? ¿Le sirve para contar dos formas de entender la vida?

-En esta ocasión me he fijado en que la experiencia de la vida social es muy distinta en las generaciones de los que ahora tienen 25 años y sus padres. Los últimos vivían en un mundo en el que pensaban que las cosas iban a ir a mejor y, sin embargo, se encuentran con que no es así. Por otro lado, están los hijos, que no creen en que nada vaya a mejorar, sino al contrario, que les estamos dejando un mundo en el que saben que la precariedad laboral va a ser un rasgo básico. Eso puede llevar, como es el caso de la protagonista, a un rechazo hacia ese mundo, hacia esa herencia.

-Y aún falta por ver qué será de esta generación.

-Parte de esta generación ha decidido adaptarse al máximo, ser competitiva, hacer una carrera, dos másters, idiomas, y sacar las garras, pero hay otra parte que rechaza absolutamente ese mundo y quiere construir uno distinto a través de pequeñas islas, pequeñas burbujas, dentro de ese mundo que rechaza.

-¿Por qué se centra en el movimiento okupa?

-Porque me parecía un paradigma de ese rechazo al orden social que se les propone. Es decir, crear sus propias leyes, modelos y maneras de estar en el mundo. Podré estar de acuerdo o no, pero creo que es una respuesta, en cierto sentido, lógica.

-¿Por qué lo hace a través de la relación padre e hija?

-Los dos representan dos fases distintas de ese deterioro. El padre, que se adapta e intenta hacerlo lo mejor que puede, y la hija, que lo rechaza. Además, me interesaba que fuese una relación padre e hija, pero no la típica de padre autoritario e hija rebelde. Es un padre afectuoso, comprensivo, y, sin embargo, las cosas no funcionan.

-¿Quién cree que siente hoy más frustración, los padres o los hijos?

-Sin lugar a dudas, los hijos. Para los padres ha sido un proceso progresivo, nos hemos ido acostumbrando, adaptando, pero los hijos se lo han encontrado de repente. Los padres nos resignamos y los hijos, no.

-¿Cree que verdaderamente hemos dejado un mundo desastroso a nuestros hijos? ¿Qué se ha hecho mal?

-¿Es este mundo más desastroso que el de hace 40 o 50 años? Probablemente, no. Pero ahora lo que hemos dejado es un mundo sin alternativas. No es que las cosas estén peor, es que hay menos esperanza de cambio. Ana defiende que no solo no hay pasado, sino que no hay futuro.

-¿Qué opina sobre las criticas a la Transición?

-Ese es otro tema de tensión generacional. Yo creo que se hicieron algunas cosas bien, pero también otras mal. Lo que veo en esa generación es que no ha habido autocrítica y espera que las generaciones siguientes caigan rendidas de admiración.