Su eterno afán por explorar en la música, siempre con el jazz y el flamenco por bandera desde que los casó hace ya muchos años, ha llevado ahora al saxofonista y flautista --que además de una trayectoria en la que ha compartido escenario y colaboraciones con figuras como Tete Montoliú, Chano Domínguez, Chick Corea o Pat Metheny goza de premios como el Nacional de Músicas Actuales o de ser elegido el mejor músico de jazz europeo-- a un hermanamiento de la raiz musical andaluza con la electrónica y la música urbana en su nuevo disco, Djinn. En este trabajo, que Jorge Pardo (Madrid, 1956) presentará este próximo sábado en la sala Golden Club de Córdoba, se desmarca de lo conocido, conjugando el groove con el espíritu del flamenco a través de los cantaores que más le han cautivado e influido a lo largo de su vida.

-Es evidente que su música no entiende de fronteras, y con ‘Djinn’ parece que da una nueva vuelta de tuerca a la fusión flamenca. ¿Cómo surge este trabajo con los sonidos urbanos?

-En realidad, nunca he abandonado esos sonidos. Mi experiencia con los ordenadores y la música electrónica viene ya de lejos. De hecho, La leyenda del tiempo, de Camarón, en cuya grabación participé, no dejaba de ser algo así, era ese tipo de propuesta, pero con la tecnología de hace treinta años. Para mí es un poco más de lo mismo, retomando, eso sí, la estética sonora de la electrónica. Ahora la tecnología te permite hacer cosas increíbles.

-Este disco es una clara evolución del anterior, ‘Historias de Radha y Krishna’, pero, ¿cuál es el salto que lo diferencia?

-La diferencia está en que el anterior surgió como un puñado de canciones que había escrito sin un carácter tan flamenco. Con esa misma estética sonora, lo que he incluido en Djinn son palos, cante y ritmo flamenco, siempre entendido con mis instrumentos y en formato de grupo.

-¿Por qué ese título?

--Los Djinnes son unos seres a medio camino entre lo divino y lo humano, que andan entre nosotros, según las tradiciones más africanas. El parentesco entre los djinnes y los duendes flamencos es muy grande.

-¿Sigue pensando que todas las músicas nacen en África?

-Así es, todo viene de la madre África. En un momento u otro de cualquier milenio, nuestros antepasados cruzaron el Estrecho. Es una referencia constante. Y en cuanto a la música, el flamenco tiene su parentesco africano, los ritmos de la mayoría de las discotecas que frecuentan los jóvenes también tienen que ver con esos sonidos, y las ceremonias de baile o de trance que se producen en los conciertos de jazz, de música brasileña, cubana o flamenca tienen su origen en esas ceremonias africanas.

-Parece que la fusión con el flamenco no tiene límites.

--El flamenco posee la grandeza de tener muchas caras y facetas, y ninguna es absolutamente definitoria de este arte, son complementarias. Puedes escuchar a un cantaor en una peña flamenca a palo seco, y es flamenco. Escuchas a Falla, Ketama o Rey Heredia, y también es flamenco.

-¿Este acercamiento a los lenguajes musicales de las nuevas generaciones y tecnologías se debe a una resistencia a envejecer o a su eterno afán por explorar nuevas canciones?

--Me pones entre la espada y la pared. No es resistencia a envejecer, porque uno nace viejo o muere joven, según las experiencias que haya tenido en la vida. Para mí, es una repetición constante de lo que he hecho toda la vida. Siempre me he visto envuelto en estos líos y parece que nada ha cambiado dentro o fuera de mi ser. Tengo que mirarme al espejo para corroborar que, en realidad, pasan los años.

-No cabe duda de que le gusta el riesgo. ¿Lo hace por usted o por sus seguidores, que siempre esperan lo inesperado?

-Somos carne de la misma calaña. No sabría decir qué es antes, el huevo o la gallina. Yo soy yo mismo, y yo mismo soy mis seguidores.

-Introducir el saxo y la flauta en el flamenco ya supuso una revolución. No quiero imaginar qué dirán los puristas al oír ‘Djinn’.

--Eso se cura con el tiempo. Hace poco leí a una científica que definía la pureza diciendo que algo puro es una mezcla olvidada. Hablamos de pureza en el flamenco porque se nos olvidó la mezcla primigenia.

-¿Qué cree que diría Camarón si escuchara ‘Djinn’?

--Seguramente, sería un firme candidato a pertenecer a la familia Djinn.

-El pasado año se cumplieron 25 años de la muerte de Camarón. ‘La leyenda del tiempo’ rompió todos los moldes flamencos. ¿Qué recuerda de aquella grabación?

--Fue una grabación caótica, no se sabía el rumbo que llevaba, se cambió de camino varias veces. Existe el tópico de que al público no le gustó el resultado, pero en realidad no nos gustó a nadie. Lo mirábamos con extrañeza, pero supongo que si triunfó a la larga es porque estaba hecho con un corazón abierto y unas ganas de poner ahí dentro todo lo que habíamos aprendido. Y todo aquello tenía una fuerza ineludible.

-Desde entonces hasta hoy ha formado parte de numerosos proyectos y no hace mucho pudimos disfrutar del trío que forma con Carles Benavent y Tino di Geraldo. ¿En qué formato se ha sentido mejor?

--En el próximo concierto que tengo que hacer. Ese es mi norte y mi presente. Lo que se hizo ayer, ya se hizo, y vamos a por lo siguiente. Tengo la suerte de estar en historias bonitas que me enriquecen y que me divierten.

-¿Cree que tanto el jazz como el flamenco están superando la etiqueta de música para minorías, a pesar de su poca difusión en medios como la televisión?

--No creo. Los intereses de las grandes empresas musicales, de la multinacionales de los grandes canales de distribución, son muy fuertes. Les interesan cosas manejables que puedan explotar dos o tres años, y después habrá otro cantante. Así siempre conservan el poder.

-¿Qué concierto ofrecerá en su próxima actuación en Córdoba?

-Creo que el público verá algo sorpresivo con compañeros de viaje distintos a los de la última vez, pero que son unos instrumentistas de mucha de calidad. En definitiva, improvisación, flamenco, esencia y sueños.