'Formas de estar lejos' de Edurne Portela es, sin duda, una de las novelas del año. Una historia densa y cotidiana que conduce al lector a un escenario casi de terror protagonizado por una pareja de profesionales universitarios en el ambiente menos previsible: el de los campus estadounidenses. Ella es Alicia, una mujer vasca que al igual que la propia autora tiene una larga experiencia docente allí. Él es Matthew, Matti, alguien encantador hasta que se tuercen sus deseos y se convierte en un maltratador.

Parece que el tema de la violencia le persigue. Primero fue el ensayo sobre ETA, ‘El eco de los disparos’, más tarde su primera novela, ‘Mejor la ausencia’, que situaba una historia íntima en ese contexto. Ahora es algo más solapado y más indetectable como la crueldad doméstica.

No nos damos cuenta porque los percibimos como pequeñas acciones aisladas, como la violación de la intimidad cuando tu pareja lee tu diario o los mensajes del teléfono o escucha una conversación tras la puerta. Si eso se convierte en un comportamiento constante puede constituir una forma de violencia. Y ahí tenemos que preguntarnos qué es.

¿Y qué es?

Es una violencia psíquica que no deja huellas visibles y que quizá no tenga una intencionalidad tan clara, pero que finalmente produce un daño. Y cuando hay un daño hay una víctima y cuando hay una víctima hay un responsable. Me interesan esas formas de violencia que no son fáciles de desenmascarar.

Incluso para la propia víctima.

Porque muchas veces es incapaz de nombrarla como tal. Suele decirse: “No, en realidad no me quiere hacer daño”. O “me quiere mucho por eso actúa así”. Son formas de daño que cuesta mucho aceptar, por eso me parece importante hablar de ellas.

¿En su caso, cuál fue el detonante?

Llevaba tiempo dando vueltas a este tipo de relaciones que asumimos como normales y que en realidad son dañinas y tóxicas. Pero también quería que todo sucediera en Estados Unidos en un contexto que conozco bien. Ver cómo la inmigración, el desarraigo y la soledad afectan a tus formas de comportamiento. Porque Alicia está fuera de su entorno y vive en la burbuja de su matrimonio dentro de otra burbuja que es la vida de campus, que tiene muy poca interacción con el mundo real.

Matti, el maltratador, no es un hombre simple .

Quería que tuviera sus aristas, imaginé para él una biografía que no se desarrolla del todo en la novela pero que está en su substrato. Quería que tuviera una vida independiente de la de Alicia y que tuviera un pasado complejo. Como novelista tenía que entenderle en su singularidad.

Cuando se habla de maltrato en el contexto doméstico pensamos en el perfil de una mujer sin recursos intelectuales y económicos, pero ese no es el caso de su protagonista. ¿Qué es lo que funciona mal?

Lo que mejor debería funcionar: la educación y el conocimiento afectivo. Tenemos que sacudirnos la culpa de encima, las nociones aprendidas de lo que tiene que ser una relación de pareja que suele dejar a las mujeres en situaciones de vulnerabilidad e inferioridad. Una mujer puede tener la cabeza bien armada y luego no tener las herramientas necesarias para enfrentarse a una situación abusiva. Por muy profesional que seas siempre se espera de una mujer que tenga hijos, cuide de la casa y sea dependiente del hombre en lo afectivo, que se supedite a su deseo.

Después de todo lo dicho ¿hay alguna posibilidad de que 'Formas de estar lejos' sea una historia de amor?

Yo creo que no.

Me lo imaginaba.

(Risas) Habrá quien diga que sí. Pero no. De hecho, hay una serie de novelas recientes, las últimas de Isaac Rosa, Patricio Pron y la mía, que tratan el tema del amor.

¿En algo tan irracional como el amor se puede hablar de crisis del modelo afectivo?

En el amor no cabe ningún tipo de daño, de mezquindad o envidia. Tiene que haber un respeto, un crecimiento al unísono, una armonía que muchas veces no veo representados en novelas o en películas consideradas unánimemente como románticas.

¿Habría que repasar las historias de amor a ver qué nos queda?

Sí, porque si hay celos, violencia y crueldad eso no puede considerarse amor. Uno de los replantamientos feministas de la realidad es que se debe educar tanto a ellos como a ellas en otro tipo de concepción del amor basado en la igualdad. Lo cierto es que todos los mitos del amor romántico se basan en una desigualdad radical.

¿Y qué pasa por su cabeza cuando una lectora le dice que la historia de Alicia es también la suya? ¿Cómo maneja esa empatía?

Me impresiona mucho porque la gente se confiesa sin apenas filtros. Te ofrecen su propio sufrimiento y se reconocen en el de la novela. Es tremendo.