El reconocido guitarrista y compositor granadino Eduardo Garrido inauguró ayer el programa de actividades de este curso en la Fundación Antonio Gala, con un recital que llevó por título Entre Paisajes, Ciudades, Criaturas y Homenajes, y con el que presentó por primera vez su música en España, tras diez años de intensa actividad musical en México.

Algo ha llovido desde que Eduardo Garrido comenzara sus andanzas musicales en el conservatorio Rafael Orozco de Córdoba. Corrían los noventa y el artista, en plena adolescencia, ya empezaba a desligarse del clasicismo que le habían impartido en las aulas y a interesarse por corrientes más rompedoras como las vanguardias del siglo XX, que siempre había tenido presentes por las continuas influencias culturales que recibía en casa.

Sus inquietudes se vieron fomentadas por las primeras ediciones del Festival de la Guitarra, que empezaban a nacer como culminación de un sueño por aunar la poca vida que existía en la ciudad en torno a esta disciplina y que con el tiempo fueron tomando rumbos más comerciales. «Aquello fue una explosión muy grande que ayudó a unir a los guitarristas de conservatorio con los flamencos», recuerda nostálgico Garrido, quien todavía mantiene el contacto con algunos colegas de aquellas ediciones.

Con este cosmos, empezó a elaborar sus primeras composiciones al mismo tiempo que Leo Brouwer daba sus primeros conciertos en el Gran Teatro para sorpresa de los cordobeses, y de Garrido, que se vio fascinado por las formas tan poco ortodoxas del director. «Coincidir con Leo en Córdoba fue algo mágico. Todos los guitarristas lo veíamos como una leyenda porque el único punto que nos unía sin excepción era que todos tocábamos su música»

Además de Brouwer, fueron José Tomás y Blas Sánchez las eminencias que guiaron los primeros pasos del artista, quien también llegó a subise al escenario del Festival de la Guitarra en 2001, justo antes de ser premiado por su composición para guitarra Piés para que os quiero si tengo alas pa’ volar, su particular homenaje a Frida Kahlo.

Este premio vino como una premonición de las muchas satisfacciones que le trajo México, un país en el que Garrido admite sentirse más comprendido tanto en su faceta de artista como de docente. Y es por eso que ayer las reminiscencias al país americano estuvieron muy presentes, al igual que la inherente actitud rompedora del guitarrista, con sus versiones de Mike Golfin, Alan Parsons, y Vangelis. Pero sobre todo, ayer estuvieron presentes las enseñanzas del maestro Bouwer, sus charlas tras los conciertos del Festival de la Guitarra y la nostalgia de una época en una ciudad que contribuyó a modelar a un artista, ahora convertido en maestro.