Bob Dylan ofreció anoche en el Teatro la Axerquía un concierto inolvidable ante casi 4.000 personas, el aforo completo del recinto. Once años después de su primera actuación en Córdoba, incluida, como ahora, en el cartel del Festival de la Guitarra, había sembrado la incertidumbre entre sus seguidores, ávidos de escuchar sus clásicos y de verle con una guitarra en sus manos, aunque anoche volvió a dejar claro que el piano es el instrumento ante el que mejor se siente y que es un músico del siglo XXI, ya que fueron sus últimas composiciones las protagonistas del concierto.

El de ayer fue un público entregado a un repertorio donde Dylan hizo gala de su maestría y demostró que sus nuevas canciones siguen estando a la altura de himnos del pasado, con un repertorio que apenas se alejó de un listado de temas que repite casi sistemáticamente concierto tras concierto, igual que la obsesión por no ser fotografiado, algo de lo que anoche también se cuidó mucho al no dejar pasar al recinto ninguna cámara, una orden que también se anunciaba a través de numerosos carteles colocados por todo el recinto.

En un viaje del siglo XX al XXI , el bardo del rock mezcló sus antiguas composiciones --algunas de ellas, como She belong to me o Tangled up in blue , versionadas hasta hacerlas casi irreconocibles si no fuera por los riffs de guitarra caracteríticos-- con la fuerza del rock y blues de su álbum Tempest (2012), cuyas canciones sustentan gran parte de ese reportorio que, a medida que avanzó el concierto, se amansó con baladas de Modern Times (2006) y del último álbum, Shadow in the night (2015), donde el músico rinde tributo a Sinatra.

Sin teloneros, con una austera escenografía y una puntualidad que el público agradeció en una noche calurosa, Dylan salió al escenario con los acordes de Things have changed , la canción laureada con un Oscar por la película Jóvenes prodigiosos , con la que el trovador de Minnesota, al piano, abre sus conciertos desde el 2013, mientras el público cordobés se preguntaba si en esta ocasión el músico se dejaría ver algo más que en su última actuación en el estadio del Fontanar de Córdoba, donde apenas se vislumbró el sombrero, que también lució en esta ocasión acompañando a un traje negro. Afortunadamente, aunque escueto en palabras y saludos, sí se pudo ver su magnética figura algo más en este concierto, al que acudió un público intergeneracional atraído por su leyenda.

Con una impresionante y ajustada banda con Stu Kimball a la guitarra, Donnie Herron en pedal steel, Charlie Sexton como guitarra principal, George Recile a la batería y Toni Garnier al bajo, la primera parte del concierto --Dylan introduce en este gira un inusitado descanso de veinte minutos-- discurrió entre clásicos como She belong tome o Tangled up in blue , temas en los que se apoyó en la armónica para nostalgia y deleite de los asistentes. En la segunda parte, la actuación entró en una serenata de baladas, entre ellas Autum leaves , esta última la segunda de las canciones interpretadas de Shadow in the night . Al cierre de esta edición, Dylan se adentraba en los bises, en los que, si siguió la escaleta habitual, debía hacer gala de nuevo del recuerdo con temas como Blowin in the wind .