Diego Vasallo triunfó durante 17 años con el trío donostiarra de pop-con-gabán Duncan Dhu, coescribiendo algunos de los hits más coreados del país. También fundó su grupo de chunda-chunda particular, Cabaret Pop. En el 2018 no está muerto ni de parranda: edita sus discos (el último, Baladas para un autorretrato) y toca en «pequeñas salas», intentando compaginar la música con la pintura (su «segundo oficio»), leyendo y callejeando plácidamente por Donosti («firmo algún autógrafo, aunque ahora lo que quiere la gente es hacerse una foto»). Es el primer invitado de este cuestionario.

-¿Al final os dijo ella su nombre para que pudieseis hacerla reina en un jardín de rosas? ¿Alguien sabe dónde fueron las cien gaviotas?

-Hoy todavía no sé de qué habla esa letra. En cualquier caso, ella no tiene nombre. Y de las gaviotas, ni rastro.

-Me pregunto si ayudó bautizaros con el nombre de un personaje muy secundario (gaitero, además) de una novela de 1886.

-La idea fue de Mikel, apuntó ese nombre al leer el libro de Stevenson. Era perfecto, nadie sabía qué quería decir. Incluso la gente no sabía a qué idioma pertenecía.

-¿Qué se os había perdido por Escocia?

-Teníamos una fijación con el imaginario romántico: brumas, acantilados, ruinas, castillos, fantasmas... Y en Escocia parecía que se daban todas esas idealizaciones en un mismo lugar. Nos flipaba el tema de los clanes escoceses y además el paisaje nos recordaba a alguno de Euskadi.

-Después de más de 30 años, los crímenes del pop español de los 80 ya han prescrito. Puedes confesar qué grupos te parecían una birria.

-No me gusta hacer sangre con los compañeros de profesión pero es verdad que en los 80 había cosas muy malas. También muchísimos grupos de un solo hit de los que nunca más se oyó hablar. Hoy me cuesta mucho escuchar música de esa época: el sonido es infame. Prefiero citar las bandas que me gustaban: Los Coyotes, Gabinete Caligari, Malevaje...

-Hoy todo es buen rollo entre los miembros de Duncan Dhu, pero hubo una época en que estabais en distintas banquetas del juzgado.

-Fue un momento crítico y muy difícil. Malos tiempos. Pasaron muchos años hasta que Juanra Viles y yo retomamos la relación. Éramos muy colegas y la separación lo arruinó todo. De todas formas, visto desde ahora, con el paso de trío a dúo se perdió algo muy importante: dejamos de ser un grupo musicalmente completo; a partir de ahí todo era posible, y eso fue nuestra perdición.

-En el pop la guapura no es crucial, pero ayuda. ¿Habríais llegado igual de lejos siendo un trío de chicos poco agraciados?

- Yo creo que éramos bastante normalitos, la verdad... Quizá lo que vendía más era la cara de críos que teníamos. Unos chavales tocando esa especie de rockabilly-pop melancólico era algo bastante raro.

-¿Qué canción propia te hace aún hoy rechinar los dientes y taparte los oídos?

-Capricornio. Creo que es una de las peores canciones que he escrito en mi vida, la letra es terrible. Tengo unas cuantas más, pero lo dejamos ahí. En cuanto a producción los 80 fueron años aciagos. El disco que mejor suena es el primero de todos, que grabamos en tres días sin apenas presupuesto.

-Cuenta la leyenda que Paco Trinidad no os dejó tocar en El grito del tiempo, y utilizó músicos de estudio. ¿Ha cicatrizado esa herida o aún le asaltaríais en un callejón oscuro?

-Fue una decisión nefasta. No me explico cómo lo permitimos. El sonido empezó a perder todo el carácter. Uno de nuestros grandes errores.

-¿Has estado alguna vez a punto de morir?

-Probablemente, pero no me he dado cuenta.

-Duncan Dhu nació en Donosti en 1984, época y lugar políticamente convulsos. ¿Cómo te definías políticamente entonces y cómo te defines ahora?

-No me definía entonces ni ahora. Mis opiniones van dando tumbos y cambio unas por otras constantemente. En cualquier caso, la ideología, esa cosa tan moldeable, peligrosa y antipática, nunca me ha ayudado a escribir.