De puertas adentro, en el mundo flamenco, Diego Carrasco es un mito en vida. Desde hará casi 25 años. Y lleva ya 50 sobre los escenarios. A modo de celebración de aniversario, rompe silencio discográfico con No m’arrecojo, un volumen doble de éxitos regrabados en familia. Junto a artistas de su entorno y también grandes figuras pop de inherente querencia flamenca. «Me hace sentir muy feliz ver cómo gente de primera línea, de la Champions como yo le llamo, hagan modernas estas antiguas canciones», dice el cantante jerezano.

«Este disco es una declaración de amor a mí mismo, una forma de decir: ‘Aquí estoy, llevo 50 años en esta puta pero linda profesión’». No m’arrecojo es también el título de la canción inédita incluida, para la que se ha rodeado de los invitados más cercanos: Juan de la Morena, Maloko y Gipsy Rappers. «Mi ‘Carrasco Family’», dice, fiel a su estilo de vida. «Yo soy hippie y soy gitano. Y seguiré siéndolo hasta que me muera. El gitano, y sobre todo el gitano bético, al que yo pertenezco, ha sido mayoritariamente errante, ha trabajado en el campo, ha vivido con la lluvia y con los animales en plena naturaleza. El gitano ya era hippie antes de que existiera el movimiento hippie». Y así lo ratifica en la canción Hippytano, con nueva versión junto a su viejo amigo Miguel Ríos.

De la misma manera que él siempre ha mezclado el flamenco más genuino con otros estilos, muchos de los nombres invitados pertenecen sobre todo al mundo del pop, el rock o la canción: como Alejandro Sanz, Andrés Calamaro, Javier Ruibal, Sílvia Pérez Cruz, Manuel Carrasco, Joaquín Sabina o Macaco. Tampoco faltan colaboraciones de cantaores como Estrella Morente, Arcángel, Rocío Márquez, Pedro Peña y José Valencia. Y recoge también dos dúos que marcaron las carreras tanto de Remedios Amaya como de Miguel Poveda. Un aluvión de invitados de lujo ya desde la misma sensacional pintura que ilustra la portada, de Juan Ángel de la Calle. «Me puso levitando entre masáis, un San Antonio y un astronauta. Me quedé a cuadros cuando lo vi y él me dijo: ‘Así eres tú. Surrealista y simpar. Tesorero del soniquete. Gurú del compás’»

Nacido en 1954, Diego Carrasco fue conocido durante mucho tiempo como Tate de Jerez. Y acompañaba con su guitarra a figuras del calibre de Terremoto, Tío Borrico o Tía Anica La Piriñaca. Si no llega a ser porque un día un cantaor al que tenía que acompañar no se presentó, quizá no hubiese tomado nunca la voz cantante. «Me traían agobiado perdido durante mucho tiempo porque todo el mundo se creía que yo iba de cantaor, algo que nunca he sido. Me considero un cantautor gitano andaluz. En lo que yo hago es esencial dar un mensaje; decir cosas de lo que está pasando, de lo que ha pasado o de lo que va a pasar».

Parece mentira que alguien tan singular, que articula un lenguaje musical tan inequívocamente propio, nunca deje de reivindicar a quien considera su patriarca, Manuel Molina. «No nos llevábamos mucha diferencia de edad pero yo siempre he sido y seguiré siendo su alumno. Le dio al flamenco una dimensión diferente con aquel Nuevo día, esa obra de arte que bueno, ahí la tenemos... Está ahí colgada… por lo menos colgada en mi corazón, que es donde deben guardarse esta clase de discos especiales, no en la discoteca, en la biblioteca o la hemeroteca. Discos como La leyenda del tiempo. O Tauromagia, de Manolo Sanlúcar». En el que, por cierto, él participó.

Al decirle que su propio Voz de referencia, de 1993, forma parte de tan magna colección de discos inmortales, elude el tema con sincera modestia. Su principal orgullo, dice, son piezas como aquel Dicen de mí que escribió para Camarón. «Cuando lo vi cantarla con el torso desnudo en el vídeo me sentí por primera vez compositor».