El año pasado fue un año raro. Ni hubo Nobel de Literatura ni estreno cinematográfico de Woody Allen. Y ahora, cuando ya había perdido la esperanza después de la censura ejercida por Amazon, aparece la película inédita con un año de retraso. Todo un regalo, pues creía que dormiría en un cajón de la productora por los siglos de los siglos. Y también ha llegado, por fin, el reconocimiento a Peter Handke.

Volviendo a lo último del genio creador de Manhattan, para algunos ésta podría ser una continuación, pero con una fotografía en color fantástica de Vittorio Storaro donde abundan los tonos calientes y el filtro difusor en los primeros planos de los protagonistas.

La historia se centra en una pareja de jóvenes universitarios enamorados de fin de semana en Nueva York, empujados por el destino a diferentes peripecias donde entablarán, cada uno por su lado, algunas relaciones que provoquen ese fenomenal enredo característico y propio del autor, siempre con esa música de fondo tan bien colocada, como solo sabe hacerlo este gran aficionado al jazz que es quien escribe y dirige con ritmo trepidante esta excelente comedia romántica.

El cine está ahí, de fondo, sobre todo cuando el personaje de Elle Fanning, una aspirante a periodista, se pierde -con la intención de entrevistar a un famoso cineasta- entre la fauna que vive del sector audiovisual.

Él, sin embargo, un indeciso que solo sabe lo que no quiere ser en la vida (Timothée Chalamet), con suerte en el juego y hábil con la música, pasea sin destino y huye cuando huele a su familia esnob de clase alta, se introduce casi sin querer en un rodaje amateur, reencontrándose como partenaire con la hermana pequeña de su exnovia (Selena Gomez), durante una escena en la que han de besarse en un automóvil, bajo la lluvia. Muy recomendable, todo un regalo de otoño.