Comedia negra del oscarizado director argentino Juan José Campanella, conocido por películas como El hijo de la novia (2001) y El secreto de sus ojos (2009). Los protagonistas del relato son un cuarteto de viejos profesionales del séptimo arte: la diva en el ocaso, su marido a la sombra como actor frustrado, el guionista y el director que la encumbraron en su obra cinematográfica. Desde que arranca, a muchos les recordará el mítico filme de Billy Wilder (Sunset Boulevard, 1950) por aquello de la vieja actriz que vuelve a soñar con el éxito a raíz de que alguien más joven despierte en ella las ilusiones perdidas; sin embargo, El cuento de las comadrejas está basada en otra producción: Los muchachos de antes no usaban arsénico, cinta argentina de 1976, original de José A. Martínez Suárez.

Por tanto, estamos ante una obra donde el cine está muy presente (aunque pueda resultar un tanto teatral en su estilo) y el metalenguaje vuelve a ser protagonista, con unos diálogos muy ágiles que imprimen buen ritmo a los parlamentos que cada uno de estos magníficos intérpretes se lanzan constantemente como pelotas de ping-pong. Lo mejor de la obra, posiblemente, sea eso: el guión y los intérpretes, sobre todo aquellos que encarnan a los de más edad: Gabriela Borges, Óscar Martínez, Luis Brandoni y Marcos Mundstock (componente del conocido grupo Les Luthiers). Junto a ellos están en el reparto los dos jóvenes Clara Lago (que sale bien parada en su caracterización de la voz con acento porteño) y Nicolás Francella (hijo del gran actor argentino Guillermo Francella), encarnando a una pareja de aprovechados especuladores que pretenden realizar una operación urbanística y para ello tendrán que apoderarse de la mansión en la que vive este cuarteto tan curioso de ancianos que no se lo podrá nada fácil, aunque dichos jóvenes utilicen todos sus encantos para ello. Desde luego, no es la mejor película del realizador de Luna de Avellaneda, pero se deja ver con facilidad, pese a sus dos hora de duración.