Todo surgió en casa, cuando Antonio Navarro cogió su guitarra por primera vez y se propuso aprender a tocarla por su cuenta. Su abuelo, viendo que el niño estaba ilusionado, le instó a salir a la calle y así poder «ganarse un dinerillo». «Cuando me lo dijo, lo primero que pensé es que me daba muchísima vergüenza, pero luego ocurrió todo lo contrario», reconoce Antonio. Y así lo hizo, acompañado por un amigo que, finalmente, se desvincularía de la aventura para montar su propio negocio.

Cuando se quedó solo pensó en su hermano Sergio, que por aquel entonces tenía 12 años, y al que ya le había picado el gusanillo de la guitarra guiado por la afición de su hermano. Y, tres años después, llegó Alejandro, que reforzó la música con la percusión de su caja. «El primer día que me puse a tocar en el Puente Romano sentía que no sabía nada. Había tenido alguna experiencia previa pero nada que ver con la música callejera. No sabía que hacía falta una licencia. Cuando vi acercarse por primera vez a la Policía Local para reclamarnos la licencia me asusté muchísimo, me puse muy nervioso. Pero ahora, cuando veo que la gente se para a vernos siento un subidón increíble».

Así quedó configurado el grupo de Los niños del Puente, que hoy ocupa su lugar en el Puente Romano de Córdoba, en la zona más cercana al Arco del Triunfo, para tocar un amplio abanico de canciones que viajan desde «los años ochenta y noventa hasta los grandes éxitos de hoy», aunque reconozcan que Agua marina, de Paco Cepero, es «su plato fuerte».

Lo que empezó como un especie de prueba de suerte, hoy se ha convertido en un proyecto consolidado, con varias ideas como la de hacer una gira callejera por España. Además, varias escuelas de música han contado con ellos como instructores, y también han tocado a cielo cubierto en algunos eventos.

Lo más sorprendente de todo es que la sintonía que sale de sus instrumentos, a pesar de estar perfectamente sincronizada, no está ensayada, sino que ocurre a modo de un pronto musical. «Nosotros no ensayamos nada juntos. O improvisamos o probamos las canciones allí en la calle, si nos sale, las metemos en el repertorio. Parece raro lo que te estoy diciendo pero nos sale, no se cómo pero nos sale», afirma Antonio.

Mientras «prueban» sus canciones, la gente se acerca para aportar su propina al espectáculo. «Estamos pendientes de la música, de que salga bien, no de si se acerca mucha o poca gente a echar dinero. Yo soy una persona que está muy pendiente de que todo vaya bien, me pongo nervioso por eso y a veces incluso discutimos por lo bajini cuando algo no cuadra del todo. Eso es lo más importante», asegura el cabeza de grupo.

Más alla de la música hay tres niños que aspiran a «todo lo bueno que venga» pero, mientras tanto, Sergio piensa en robótica y Alejandro en el ejército como futuros caminos alejados de la música. Antonio, por su parte, tiene claro que su vida es «la música al completo», ahora y en el futuro.