Son dos caras de la misma moneda. Dos estrenos que llegaban la semana pasada a la cartelera procedentes del cine galo. Por un lado, la interesante y recomendable Amor a segunda vista, dirigida por Hugo Gélin, una curiosa historia de reconquista amorosa a partir de una situación de lo más extraño en que un joven aspirante a escritor conoce a una joven aspirante a pianista de conciertos, mientras en los títulos de crédito de presentación vemos cómo él triunfa con su primer libro y a la vez va desenamorando a su pareja, al finalizar la presentación él se echa a dormir tras una buena borrachera y se despierta en un mundo donde ya nada es lo que era: él ya no es escritor sino profesor y ella es una afamada concertista que, por supuesto, no tiene ni idea de quién es ese tipo que se encuentra cada dos por tres.

Un incidente que modifica el discurrir del relato, como sucedía en Yesterday, cuando el mundo se transformaba en un lugar en que nadie conocía la música de The Beatles de la noche a la mañana. La realización es correcta, las interpretaciones de los protagonistas están bien y, sobre todo, brilla el secundarío Benjamin Lavernhe. Por supuesto, no la busquen en la cartelera porque ya no estará cuando salgan estas líneas. Sin embargo, la que continuará en cartel es Un verano en Ibiza de Amaud Lemort y protagonizada por Christian Clavier (Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho ahora?, Los visitantes...) en el papel de un podólogo obligado por su más joven novia a viajar a las pitiusas en compañía de los adolescentes hijos de ella. Aquí todo es predecible y la gracia brilla por su ausencia pudiendo provocar en el espectador cierta vergüenza ajena. Producción, por tanto, de lo más olvidable.

La que sí acaba de llegar y conviene no dejar pasar es La casa de verano, protagonizada y dirigida por Valeriana Bruni Tedeschi. Situada en la Costa Azul, nos presenta cómo intenta recuperarse de su última ruptura sentimental una madre en compañía de su hija, mientras prepara el guión de su próxima película.