Coinciden en cartel dos comedias: una británica y la otra española, con el baile como protagonista y como recurso argumental para la reconstrucción de vidas. Me refiero a Bailando la vida, del septuagenario Richard Loncraine (autor de una versión de Ricardo III protagonizada en 1995 por Ian McKellen situada en la Segunda Guerra Mundial y, más recientemente, en el 2014, Ático sin ascensor, donde ya contaba asuntos que afectaban a la tercera edad como hace aquí), y La tribu, de Fernando Colomo (que demuestra su versatilidad después de habernos sorprendido con su anterior producción: la tan encantadora como inteligente Isla bonita).

Tanto en una como en otra cinta se narran reencuentros familiares: dos hermanas que llevaban una década sin verse hasta que una de ellas descubre la infidelidad de su marido con su mejor amiga; y una madre con un hijo que abandonó y ahora se lo devuelve la vida mayorcito y amnésico. Otro común denominador es, sin duda, la corrección con que están construidas, terminando por funcionar y otorgándoles un aspecto de lo más resultón. Como digo, aunque subgéneros y tonos sean dispares, tanto como la edad de los personajes, acaban teniendo más de un punto en común. Bailando la vida pertenece a ese etiquetado con que podríamos clasificar títulos como El exótico Hotel Marigold, Las chicas del calendario o El jardín de la alegría, donde se retratan personajes de avanzada edad, con sus problemas y la posibilidad de volver a empezar. Mezcla momentos tristes y alegres, con optimismo. Y el cásting, de lo más british, es impecable (estupendos Timothy Spall, Imelda Staunton...) . La tribu es comedia de estilo más bien televisivo, aunque superficialmente toca ciertos temas sociales como la crisis, el desempleo y el trabajo precario. Paco León y Carmen Machi arrancan carcajadas.