En el delicioso montaje de Juan Carlos Rubio Lorca, la correspondencia personal, como él mismo dice, toma todo el material que puede reunir sobre cartas, escritos, notas y conversaciones del poeta y dramaturgo granadino, para iniciar un magnífico acercamiento hasta el Lorca hombre, persona e individuo. Pueden ser los últimos momentos antes de su prematura muerte y ante esa última hora de su existencia, Federico se desdobla en todos los Federicos representados en esa dualidad o dicotomía entre los dos personajes que intervienen en la función. Magníficos Gema Matarranz y Alejandro Vera que en un espacio escénico despojado de florituras nos inician en la muerte del poeta y nos muestran la actitud de éste ante el sufrimiento, ante la vida y ante la guerra, como persona y como artista. Ochenta años han transcurrido ya desde su muerte y aún resuenan las palabras de Lorca, con las que comienza y termina la función con esta magnífica puesta en escena del teatro como revolución y explosión del ser humano ante el sentido de la vida y de la muerte y en la que se pide que se abran los teatros al público, a las personas.

‘QUEJÍO’ \ Corre el año 1971 y en Sevilla, como en otras localidades de una España mermada de libertades, nace el germen de una de las compañías teatrales más significativas dentro del movimiento del Teatro Independiente. De la mano de Salvador Távora, Alfonso Jiménez y Paco Lira se forma La Cuadra, grupo de no más de media docena de artistas que se empeñan en su primer montaje: Quejío. Desde un principio, es el primer exponente que muestra la intención de La Cuadra por cultivar un lenguaje en el que se entremezclan el baile y el cante flamenco, reivindicando de esta forma la cultura popular andaluza, amén de la concepción de Távora, su director, de un teatro que lleve unido un compromiso persona y social con un fuerte contenido político y reivindicativo. Así, Quejío fue considerado en aquel tiempo por la crítica teatral como «un alegato estremecedor contra la discriminación y el academicismo» que alcanzó una unidad dramática de peculiares características y formas desconocidas en aquel momento.

Salvador Távora imprimió su carisma y su fuerza escénica para reflejar la opresión del proletariado andaluz en esa su primera obra. El montaje une la ausencia casi total de texto dramático con el cante y la potencia visual, de forma que, según el crítico Pierre Marcabru, «no hay nada hablado, todo es cantado, bailado, y nunca la violencia de la opresión, así como la rebelión, han sido tan claras. La penumbra, tres llamas, sombras encadenadas, guitarra y voz humana: ya es bastante. Todo es posible».

‘CLÁSICOS EXCENTRICOS’ \ En los Jardines Reina Victoria, Lapso Producciones presentó un espectáculo de calle para todos los públicos bajo la dirección de Jorge Barroso Bifu, que hace trabajar a sus artistas, Rafael Rivero, Antonio Campos y Rafael Campos, para que muestren una forma poco usual de interpretar piezas de música clásica a través de instrumentos insólitos y actitudes poco convencionales. Una propuesta de espectáculo que combina clown y música en directo orientada para todos los públicos. Humor, sorpresa e instrumentos locos como la Bicicleta perifónica, el serrucho musical, el Vidriolín Capodivarius, el Destilarminium percutante o el Campanófono sostenente de cola.

‘LOS DIAS DE LA NIEVE’ \ Cerró la segunda jornada Los días de la nieve, una de esas obras de teatro que llenan de ternura al espectador al acercar al patio de butacas, casi a tocar con la mano, un personaje real a la vez que prácticamente desconocido para el gran público. En esta obra, original de Alberto Conejero y dirigida por Chema del Barco, una exquisita Rosario Pardo nos acerca hasta el taller donde trabaja una costurera; es una mujer mayor con pelo canoso y va vestida de luto. A lo largo de su vida lo que más le ha tocado ha sido sufrir y desgrana sin aspaviento alguno la vida de esa costurera.