La bella princesa Odette, el príncipe casadero Sigfrido, que intentará librarla de la maldición que cada día la convierte en cisne, el malvado hechicero Rothbart, el cisne negro Odile, hija del brujo... El lago de los cisnes es el primer ballet que compuso Tchaikovski, un encargo del Teatro Bolshoi que se estrenó en 1877, pero que fue muy discutido en su momento y solo tuvo éxito cuando, en 1895, se estrenó la versión realizada por los coreógrafos Marius Petipa y Lev Ivanov. Sobre esa mágica coreografía de Petipa, que han recreado los mejores bailarines clásicos del mundo, se basó ayer el espectáculo ofrecido en el Gran Teatro por al Ballet Nacional Ruso de Sergei Radchenko, que vuelve a las tablas cordobesas tras la exitosa representación de La Bella Durmiente que ofreció en el 2018 en el mismo escenario.

ENTRADAS AGOTADAS / Con todas las localidades vendidas, y un público variado, desde ancianos a niños, en una ciudad donde las representaciones de danza no son tan abundantes como indicaría la existencia de un conservatorio profesional, el Ballet de los Radchenko volvió a emocionar con su perfección y sensibilidad, y con una puesta en escena que contenía reminiscencias españolas, como el uso del abanico. La función terminó anoche con el público aplaudiendo en pie.

El Ballet Nacional Ruso nació en 1989, fundado por Sergei y Elena Radchenko, y fue el primero de índole privada que surgió al desmoronarse la antigua Unión Soviética. El bailarín y coreógrafo Serge Radchenko, que había sido figura del Ballet Bolshoi y pareja de la mítica Maya Plisétskaya, optó por un repertorio basado en los grandes clásicos, como los ya citados, El Cascanueces y otros clásicos atemporales como Giselle, Don Quijote, Paquita y Carmen.

Sus periplos incluyen una larga gira anual por Estados Unidos, que se completa con giras por diversos países del mundo. España está incluida desde el 2012 en el calendario de esta compañía de danza.