El mundo de la escena, el teatro, es su hábitat natural, y ahora vuelve a uno de los espacios que recuerda con más cariño, el Gran Teatro de Córdoba, del que estuvo al frente y adonde regresa con la puesta en escena de la ópera Carmen, una particular versión de la tragedia de la famosa cigarrera que, bajo su dirección, lleva girando con gran éxito por los teatros españoles desde el 2006. Mientras ultima los detalles de iluminación de este montaje, que se pondrá sobre las tablas del viejo coliseo los próximos viernes y domingo, Francisco López habla de la vigencia de esta obra, de su maravillosa música y de sus deseos de seguir disfrutando de lo que hace después de una larga trayectoria al frente del Teatro Villamarta de Jerez, donde ha tenido la oportunidad de llevar a cabo una intensa actividad como creador y director escénico en todos los ámbitos de las artes del espectáculo, especialmente en la lírica, género en el que ha dirigido una treintena de títulos.

-¿Cómo es su ‘Carmen’? ¿Cómo se enfrenta a esta tragedia?

--Hay dos aspectos fundamentales, que pueden ser contradictorios. Por un lado, es una ópera muy cercana a los planteamientos de Bizet desde todos los puntos de vista, pero, al mismo tiempo, es una obra, por desgracia, de tremenda actualidad. Me refiero a que, por encima de todo lo maravillosa que es la ópera, he hecho una Carmen muy cordobesa, muy cercana a los orígenes de la novela, aunque he intentado llevar al máximo todo el desarrollo de esta tragedia, donde hay un personaje que sufre una de las más tremendas pestes que siguen existiendo todavía, la violencia de género.

-Parcece que, en ese aspecto, hemos evolucionado poco.

--Así es. Los diez minutos finales de Carmen son un tratado de psicología absoluto de cómo se da todo un proceso que lleva al hombre a matar a la mujer. Es tremendo.

-Belleza, amor, celos, pasión y muerte. ¿Son los ingredientes perfectos para una ópera?

-Evidentemente. Hay pocas óperas, muy pocas historias en el mundo, que no tengan al menos dos o tres de estos ingredientes. Lo que ocurre en este caso es que Bizet y su libretista han conseguido que esos temas universales estén servidos por una música que hace que se sublimen todas esas experiencias y momentos. Creo que lo que realmente hace grande a Carmen, que sigue siendo la ópera más representada en todo el mundo después de más de 140 años de su estreno, y lo que la mantiene de actualidad, más allá de folclorismos baratos, es, fundamentalmente, cómo traza esos temas universales y, sobre todo, cómo se acerca a ese mundo de la mujer desde la perspectiva de cómo el hombre es capaz de llevar sus celos, sus propios demonios, hasta sus últimas consecuencias.

-Es evidente que Carmen ha conquistado al público a lo largo de los años, pero parece que también a usted.

--Sí. Carmen es una ópera que nunca te dejará insensible. Hay otras en las que haces un buen trabajo estético, colaboras con buenos e importantes artistas, pero esta ópera siempre te lleva a la misma reflexión. Para mí, la obra de arte debe ser emocionante y conmover, y Carmen es lo que tiene. Cada vez que te metes en ella y vas viendo el proceso, se te remueven cosas porque, al fin y al cabo, vivimos en una sociedad donde, por desgracia, esto es el pan nuestro de cada día.

-¿Cómo es la escenografía?

--Responde a la tragedia. Hay un espacio que asemeja una plaza pública andaluza, como lo que sería en su momento el ágora entre los griegos. En este espacio, a raíz de pequeños elementos que vamos metiendo, van cambiando cada uno de los actos. La propia tragedia, los acontecimientos, son los que realmente transforman el espacio. Quien venga a ver esta Carmen no va a ver nada conceptual. Tiene un colorido muy mediterráneo, son más de 200 personas las que intervienen y hay un vestuario de más de 200 trajes. He querido desnudar a Carmen para que nos quedáramos con el conflicto, con el proceso de ajusticiamiento de la protagonista.

-¿Cómo valora la aportación de la Orquesta de Córdoba, el Coro de Ópera y la Escolanía Cajasur?

--La Orquesta de Córdoba forma parte de mi vida, yo tuve la suerte de que, cuando estaba de director del Gran Teatro, se me encargara el proyecto técnico de su creación, y para mí es una tremenda satisfacción que este instrumento al servicio del desarrollo cultural de Córdoba siga vivo. Respecto al Coro, no solo está sonando estupendamente, sino que tiene un comportamiento casi mejor que si fuera profesional. Además, debutó en la ópera en 1990, cuando yo era director de este teatro, y precisamente con una Carmen que vino del Teatro Herrera de Bilbao. Estoy muy contento.

-¿Cree que si la ciudad no tuviera este coro y esta orquesta, los cordobeses podrían disfrutar de la opera?

--Costaría el triple. Si no se tuviesen estos cuerpos estables sería prácticamente inviable. De todas formas, hay que pensar que cuando estamos hablando de un coro o una orquesta, no hablamos solo de costes, sino de una correa de transmisión de la música y el teatro a la ciudad, al funcionamiento cultural.

-¿Qué se puede hacer para que este género llegue más a menudo a los espectadores?

--Es un problema de sensibilidad fundamentalmente. Sensibilidad institucional y de la empresa privada de la ciudad. Estamos hablando de 200 personas que cotizamos y permitimos que la riqueza de este país siga funcionando. Es fundamental para el desarrollo de una sociedad culta. El argumento de que la ópera es cara no es válido porque hay muchísimas cosas que son caras, lo que tienen que ser es rentables, y no económicamente, sino como un servico que se presta igual que cuando se compra un aparato de Rayos X. Eso lo pagamos entre todos.

-¿Cree que el mundo de la lírica se está acercando al ciudadano?

--Ir a la ópera no cuesta más caro que un concierto de Raphael. De lo que se trata es de saber que cuando hablamos de ópera no estamos hablando de élites. La ópera es popular y está al servicio del pueblo desde hace siglos. En Alemania, por ejemplo, no hay ni una sola ciudad de más de 30.000 habitantes que no tenga un teatro de ópera propio, donde hacen 60 o 70 funciones al año. En España, en los últimos cuarenta años, se está haciendo un esfuerzo desde las instituciones, pero no es suficiente, sobre todo porque quedó interrumpido con la crisis y la cultura se convirtió en un artículo de lujo. Desde esta perspectiva, así nos va. ¿Que será de esta ciudad si no apuesta decididamente por la cultura?

-¿Qué supone para usted volver al Gran Teatro? ¿Qué recuerdos vuelven a su memoria?

-Los teatros son lugares que encierran muchas emociones, muchas historias contadas, momentos en los que has reído y llorado. He tenido la inmensa suerte de estar en el origen de este teatro cuando pasó a ser público, y también la de poner en marcha el Villamarta de Jerez. La posibilidad de participar en el desarrollo de este tipo de instituciones, de corazones vivos de las ciudades, es maravillosa.

-¿Cuál es su sueño como director de escena?

--Mi único sueño es seguir disfrutando con mi trabajo, aunque sea la vigésima vez que lo hago, como esta Carmen. Es lo más excitante para mí. Sigo aquí porque me sigue emocionando lo que hago.