Nada que objetar a los intelectuales que ayer comparecieron en el teatro Góngora en el Congreso del Bienestar. Incluso hay que alabar en el aspecto formal la cercanía a los asistentes y en ocasiones el humor del que supieron hacer gala los pensadores. Pero para enfrentarse a la ciencia y la tecnología con una sonrisa de oreja a oreja, mucho más eficaces que las llamadas a la esperanza frente a un futuro hipertecnificado que hicieron los ponentes había que salir del teatro Góngora, pasear unos pocos metros y visitar el Paseo por la Ciencia. Allí, en Las Tendillas, escolares explicaban sus experimentos a los viandantes.

Impresionantes los logros de los alumnos del IES Vicente Núñez y más aún, aunque solo sea por su corta edad (cinco años), los de un grupo del CEIP Al-Andalus que con elementos simples trataban cuestiones como la transmisión de las ondas electromagnéticas. ¡Ahí es nada!

Tampoco tenía desperdicio el Gastrojardín instalado junto a los escolares, con un contenido muy a tono del sorprendente autobús Jardín Take Away y su techo convertido en un compacto huerto gracias al Real Jardín Botánico. El técnico Enrique Fernández no ahorraba explicaciones y buen hacer para dar cuenta de la filosofía de esta peculiar muestra, casi una broma hasta que se contempla el espectacular resultado final, se visita el interior del bus (con una muestra divulgativa del propio Jardín Botánico) y se explica la necesidad de multiplicar estos huertos en espacios libres y techos de edificios por sus resultados prácticos y la mejora del entorno urbano y habitabilidad.

Volviendo al teatro Góngora, en la sala Polifemo, otro caso de ciencia aplicada es el que trata sobre el saber chino, cultura invitada al congreso. Eva Yu, Bruno Tombolato y Zhao Lin se sucedieron en talleres de pintura, salud, caligrafía y papiroflexia.

Y para despedirse, una nueva visita al Paseo por la Ciencia: "Luis, primero se explica el experimento y luego se hace", decía la profesora Inmaculada Calañas. "Venga Luis, explícalo". Y Luis, a sus cinco años, bajaba tímidamente la cabeza propiciando sonrisas entre los presentes. Así, ¿quien puede tener miedo al futuro y a la ciencia?