El director polaco Pawel Pawlikowski conquistó ayer el Festival de Cannes con una historia de amor tan trágica como bella, la que cuenta en Cold War, un ejercicio de nostalgia hacia el pasado. «El amor es siempre cuestión de superar obstáculos, de cuando alguien se enamora y el resto del mundo no existe. Y eso es difícil de situar en el mundo de hoy en día», lleno de móviles y de avances tecnológicos que interfieren en la vida, explicó el director sobre su elección de los años cincuenta para situar la historia. No se trata, agregó, «de una nostalgia por el estalinismo, sino por esa especie de claridad que había entonces, en un mundo sin móviles».

La película sigue la historia de Zula y Wiktor, una cantante y un director de orquesta que se enamoran pero que quieren llevar dos vidas muy diferentes. Mientras ella quiere permanecer en Polonia, él desea huir de las prohibiciones y la falta de libertad de su país.

Joanna Kulig y Tomasz Kot interpretan con brillantez a los protagonistas de este amor imposible que se desarrolla ante la cámara en un precioso y contrastado blanco y negro, muy diferente al del alabado y premiado filme anterior del director, Ida, con el que ganó un Óscar y arrasó en los Premios del Cine Europeo. En el caso de Cold War, Pawlikowski intentó hacer la película en color pero fue incapaz de encontrar la paleta de colores adecuada para contar la historia.